Banco de Parque es una de esas obras teatrales capaces de marcar un camino.
Un montaje que se resuelve en una experiencia imperdible, con una coloración interpretativa que se acerca más a la comedia que al drama, distante en enroque de los montajes 1986 y 1997, dado que constituye una muestra de soberana actuación de sus dos protagonistas, directores y maestros de la escena nacional.
El cambio de tono interpretativo puede tener relación con las transformaciones en el gusto del público teatral, acondicionado más a la risa que al drama, aun cuando ello no obstruye la temática sobre mentiras y soledades, descritas con maestría por el dramaturgo ruso Alexander Gelman (El premio (1974); Nosotros, los abajos firmantes (1980) y Zinulya (1986)
Cuando fue montada por María Castillo y Ángel Haché, el discurso escénico fue el del drama (siendo exactamente el mismo libreto) cuando la contraparte masculina y en honor de quien, homenaje fotográfico y hemerográfico incluido, se ha hecho el montaje en Sala Ravelo, en la que sigue el fin de semana ofreciendo un texto sobre el cual se trazan dos actuaciones de colección y un premio actoral que nadie, en su sano juicio, debe perderse.
Actuaciones
Manuel Chapuseaux, que se ha consagrado como director, siendo su montaje más reciente Nuestras Mujeres, en la misma Sala Ravelo y que evidenció nueva vez sus dotes y visión de los recursos interpretativos de sus tres talentos (José Roberto Díaz, Francis Cruz y Henssy Pichardo), se adapta a las directrices de Castillo para entregar una versión fresca, actual y válida de la pieza de Gelman. Hace del mentiros, manipulador vendedor de esperanzas a cambio de orgasmos de ocasión, sustentado en mercancías de supermercado.
Chapuseaux tiene un evidente dominio de su personaje, de sus movimientos, de sus inflexiones y lo proyecta desde la directríz de humor porque se ha decantado la directora
María Castillo regresa a la personalidad de la mujer esperanzada en encontrar el hombre con el que se pueda contar, y que vuelve a su vida con las mismas mentiras de siempre.
La maestra se luce en la gerencia de gestualidad y los matices de su voz. Reproduce la carga emotiva de una soledad insoportable y se aferra a la esperanza de un amor que no lo es.
La pieza es una rotación simbólica de soledades, falsías, esperanzas desgarradas y pérdidas del sentido, dimensiones que explora con acidez y humor el dramaturgo europeo.
Banco de Parque, de uno de los dramaturgos rusos vivos fundamentales de la actualidad, Alexander Gelman, estremeció, con drama y carcajada, al público selecto que acude en la Sala Ravelo.
No es frecuente tener en escena a dos directores-maestros intérpretes de la talla de María Castillo, (Teatro Mandrágora) y Manuel Chapuseaux (Teatro Gayumba) y menos cuando se trata de un montaje de texto imperecedero, sobrepuesto al tiempo, con parlamentos que hilvanan realidades que siguen frescas y sangrantes, esas que describen la soledad, la mentira, la manipulación, el sufrimiento femenino y la actitud manipuladora y abusiva del hombre buscador de consagrar el engaño.
Valida la reinterpretación de Banco de Parque que tiene origen en la necesidad de reinterpretación y de adecuación a tres décadas llamadas a influir en el cambio del gusto y la percepción de la gente que sigue el teatro.
José Rafael Sosa.