El teatro abre de siempre caminos infinitos. La basta para ser… unión creativa de los talentos precisos, los adecuados, los necesarios, contar un espacio disponible y hambre de calidad en el público que pueda llegar.
José Rafael Sosa
Construir una propuesta teatral cuando es búsqueda interior, exposición dramática de la condición humana y denuncia de los déficits sociales, es un desafío que puede recorrer desde el lindero facilista del panfleto, la vaciedad o riqueza creativa de sus textos hasta la genialidad bien plantada en escena.
El resultado de un propósito de este nivel dependerá de un conjunto de factores en los que forman fila la formación académica, la capacidad de dar en interpretación, vestuario, maquillaje y luces, y hasta lo impensado.
Por los caminos del hambre acontecen palomas es uno de esos montajes llamados a ser acontecimiento de arte sostenido sobre una escritura con oficio consumado, reivindicado en una dirección teatral desarrollada con disciplinada conciencia.
Como director, Polanco entrega un resultado en escena que revela disciplina, persistencia y búsqueda, favorecido por el conocimiento que tiene del rendimiento de sus principales talentos, debido a experiencias igualmente exitosas en el pasado, como ocurrió cuando en Junio de 2012, regaló desde la Sala Ravelo, las Confesiones de una máscara, dejándonos el privilegio de disfrutar otro texto dramático igualmente bien logrado, aderezado en dos soberbias actuaciones de Luvil González y Fausto Rojas.
Recordamos haber dicho del director: “Radhamés Polanco, una visión firme sobre el peso de un teatro exigente, impone respeto y admiración ante la integridad de un trabajo escénico que justifica plenamente sus cuatro nominaciones a los pasados Premios Casandra”.
De la actriz Luvil González, dijimos entonces: “sorprendente y dominante de los diversos tonos femeninos que le demandaba el texto. Ella nos resultó la otra gran sorpresa de la noche. Esta mujer muestra una notable ductilidad para repasar por los exigentes mandatos de un director inclemente, tal cual es Polanco”. (www.josersosa.blogspot.com)
Rojas (Lobo)
Como todo monólogo exigentísimo, demanda una entrega extrema a un actor que se sabe ante la magnitud de esta propuesta.
Rojas se beneficia de una acertada caracterización física ( sobre todo maquillaje y vestuario) que le transforman, otorgándole los años que requiere el personaje y lo que agrega adecuado manejo de la voz y la expresión facial y corporal que transmite las perspectivas de sus angustias,
Rojas como Lobo desarrolla un impresionante quehacer psico-físico, y que le demanda un agotador rendimiento, se anota su gran actuación teatral para este tiempo, comparable solo a su inolvidable papel en Confesiones de una Máscara. El público parece sentir y acompañarle en su cansancio extremo.
Pocas son las ocasiones en los que un director rompe la cuarta pared escénica para adentrar sus personajes en la platea, pero Polanco se atreve y le resulta apropiado el intento. Rojas, cuando rompe su espacio, ya se ha ganado la actitud de público, logrando una experiencia que abona el camino de la proximidad artista-público.
Luvil y y Becker
Pese a la brevedad de sus apariciones, Luvil González e Irmgard Karoline Becker, ambas mujeres logran establecer presencia con cada segundo suyo en escena.
Luvil, (La Furufa) en quien que percibimos una artista con mucha mayor experiencia, apela, por los mandatos del libreto, a un persona símbolo, cargado de gracia y sarcasmo. Llega más allá del rol de ser un respiradero escénico.
La Becker, (La bailarina) es admirablemente sorprendente con su recital de ritmo y gestos, favorecida por su formación de ballerina/actriz/cantante, se transforma en la gran experiencia alternativa de estas palomas. Lo que logra es una de las entregas plásticas de mayor belleza en el escenario criollo. Indescriptible, eso tiene que ser visto.
Extensión reiterativa
Indudablemente bien escrita, la pieza se pasa de tiempos y se extiende cuando menos unos 20 minutos que podrían editarse, consolidando mejor sus parlamentos.
Algunas de las ideas expuestas se adentran en la reiteración, de haber tenido unas imaginarias tijeras que podaran ripios que cuelgan y cuya amputación redundarían en una experiencia tan rica, pero con menos duración.
Los recursos técnicos
José Miura vuelve a ratificar sus condiciones excepcionales como artista del espacio escénico, empleando elementos simbólicos (cadenas, la escalera) lo que se completa con una utilería igualmente sugerente.
Gromcín Domínguez dota a los personajes del vestuario realista o de fantasía y lo hace con apego a las directrices de un montaje teatral fuera de lo ordinario.
La iluminación de Julio Núñez aporta espectacularidad discreta y efectiva que logra estar al nivel superior del resultado final.
Como estos Caminos del Hombre…. por el cual acontecen palomas… Deberían haber más experiencias del teatro como ésta. Otorgan trascendencia al arte local y nos llenan de satisfacción y orgullo.