ESPN.- Al Barcelona le sobró un minuto para conquistar la Supercopa y al Athletic le sobró fe y corazón para llevarse el trofeo a Bilbao.
Cuando los azulgranas ya descontaban el tiempo para empezar a celebrar el título, una falta en diagonal lanzada por Muniaín fue rematada por Villalibre ante la pasividad generalizada de toda la defensa, comenzando por un Jordi Alba que se agachó, y llevó el partido a una prórroga impensable… En la que apareció un imperial Iñaki Williams para conseguir un golazo, soberbio, que provocó la remontada de los leones y el hundimiento del que, pensándose campeón, se volvió a casa con las manos vacías.
Con las manos vacías y con la expulsión de Messi, que harto de las faltas, perdió los nervios en el desemboque de la prórroga y soltó un manotazo a Villalibre que sentenció el peor final para un Barça roto.
Al equipo de Koeman le pesaron las piernas y le faltó el aire consumido en la semifinal del miércoles. Si respondió con presteza a la presión de la Real Sociedad, le costó mucho más imponer su ritmo ante el Athletic, que también le presionó y ante el que respondió con mucha más lentitud en la conducción del balón, con más pausa, paciencia y falto de profundidad.
Apareció Messi, que de ninguna manera quería perderse la final, y lo agradeció el Barça otorgándole los galones, pero al argentino no le acompañó como acostumbra Pedri y el poco acierto de Dembélé motivó que Unai Simón apenas si tuviera problemas para mantener a cero la portería.
De hecho ni el meta del Athletic ni Ter Stegen tuvieron demasiado que decir hasta que a los 26 minutos el alemán sacó una excelente manopla al remate de Kapa, el único disparo con intención certera hasta que a los 40 minutos empezó a revolucionarse el partido. Griezmann agarró un balón muerto en el área, al rechace de un disparo de Messi, y avanzó al Barça en una jugada solitaria… Que encontró respuesta inmediata por parte de los vascos, en un centro, el primero, de Muniaín, que pilló dormido a Alba para que rematase a gol De Marcos.
La igualada en el marcador daba la impresión de ser justa por los méritos de unos y de otros y condujo el duelo a una segunda mitad en la que se esperaba que el Barça se adueñara del partido, por calidad, por intención y por, se diría obligación. Pero para nada el Athletic se rebajó a convertirse en un simple secundario.
Un centímetro, o dos, evitó que el cabezazo de Raúl García a la red (otra falta botada por Muniaín) fuera gol legal, anulado por fuera de juego a los 57 minutos, y con idas y venidas sin demasiado acierto, llegó lo que parecía la sentencia, con el segundo chispazo de Griezmann, rematando de primeras, perfecto en la llegada, el centro raso de Alba. A partir de ahí el choque se encaminó a un final de pasión en rojiblanco y a un ejercicio de supervivencia, teóricamente calmado, del Barça.
Tocaba y dormía el partido el equipo de Koeman ante la desesperación de los leones. Y llegó la locura. En el 89 otra falta en diagonal, otra vez servida de maravilla por Muniaín, otro despiste de la defensa, agachándose Alba y no llegando Griezmann para que rematase al borde del área pequeña Villalibre y lograse el milagroso empate. Impensable pero cierto.
WILLIAMS
Catapultado en su moral el Athletic y derrumbado el Barça, que había metido en el campo para dormir el choque a Pjanic y Braithwaite por Dembélé y Pedri, el inicio fue terrible para los azulgranas. Muniaín, otra vez él, le dejó un balón a Williams en la corona del área y el delantero rojiblanco se inventó un obús de rosca maravilloso, soberbio e imposible para Ter Stegen, colándose en su portería apenas comenzada la prórroga y provocando una remontada soberbia.
Quiso a partir de ahí el conjunto catalán recuperar de cualquier manera el tiempo perdido. Entró primero Riqui Puig para buscar la rapidez en el pase y después Trincao para correr por la banda, olvidándose ya de defender y pensando solo en acotar a un Athletic cómodo en su papel, como casi toda la noche, y que ya fue jugando con el reloj para desesperar a un rival desesperado.
El mismo 2-3 de hace diez días con el que Marcelino debutó en el banquillo de los leones se repitió, pero esta vez con los papeles cambiados. El Barça interpretó que el partido acabaría cayendo a su favor, imponiendo su calidad y su mejor remate pero no cayó en la cuenta de que enfrente tenía a un rival que para nada se iba a rendir a la evidencia.
Acabó ganando el Athletic con Messi en la caseta, expulsado después de propinar un manotazo a Villalibre para dejar en inferioridad a un Barça desesperado. Hundido… Y derrotado. El Athletic campeón. Cinco años después la Supercopa volvió a Bilbao.