En el Día Mundial Contra el Cáncer, desde Nutribiótica recuerdan la necesidad de continuar investigando sobre la compleja relación entre la microbiota, el cáncer y su tratamiento y explican cuáles son las cepas bacterianas específicas que hasta ahora han demostrado eficacia en este ámbito.
El cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo. Aproximadamente, uno de cada seis fallecimientos se debe al cáncer. Son cifras apabullantes, que en un día como hoy, Día Mundial Contra el Cáncer, nos deben hacer reflexionar sobre el impacto de estas patologías en la sociedad y sobre cómo la Medicina avanza en su tratamiento y diagnóstico.
Aunque son variadísimas las causas que llevan al desarrollo de una enfermedad oncológica, la Dra. Sari Arponen, especializada en Medicina Interna y experta en Medicina Evolutiva, explica que «un tercio de los casos que se diagnostican de cáncer tienen que ver con la alimentación y unos malos hábitos de vida».
La obesidad y el sobrepeso, la escasa ingesta de fruta y verdura que caracteriza a la dieta occidental, el sedentarismo o el consumo de tabaco y alcohol son solo algunas de esas cuestiones que impactan de manera importante en nuestra salud y, de forma concreta, en la microbiota intestinal, esa comunidad de billones de microorganismos que conviven con nosotros y que ejercen funciones fundamentales para nuestro bienestar general.
La eubiosis, es decir, el equilibrio de la microbiota, influye positivamente en el sistema inmune. Se ha visto que la respuesta de las células inmunitarias no está solamente dirigida a disminuir la carga patógena, sino también a controlar la proliferación de células aberrantes. Además, la producción de ácidos grasos de cadena corta por parte de la microbiota tiene un efecto inmunomodulador y de protección del epitelio, atribuyéndosele un papel en la prevención de procesos cancerígenos.
Sin embargo, la disbiosis puede afectar negativamente al metabolismo tanto intestinal como a la función del sistema inmune, lo que puede ayudar a desencadenar procesos de carcinogénesis.
¿Y cómo? Según se ha demostrado en diversos estudios científicos, algunas bacterias tienen procesos específicos que se han identificado y que sirven como pistoletazo de salida al desarrollo de un cáncer.
Además, la disbiosis lleva asociada una alteración de la permeabilidad intestinal, dando lugar a un ambiente inflamatorio, que ayuda a la proliferación de citoquinas inflamatorias.
Avances en microbiota y cáncer colorrectal
El cáncer colorrectal es el tercer tipo de tumor maligno más común y el cuarto más mortal. España es uno de los países que encabezan la lista de mayor incidencia. Sin embargo, tal y como comentábamos anteriormente, un porcentaje elevado de estos casos puede prevenirse, por la gran relación que tiene esta patología con el estilo de vida y el impacto que genera en los microorganismos que pueblan el ecosistema intestinal.
De hecho, haciendo un análisis de la microbiota de los pacientes se evidencia una composición diferente de la que tiene una persona sana. Concretamente, se ha demostrado que hay un aumento de patógenos, como E. Coli, Helicobacter pylori o Fusobacterium nucleatum, entre otros.
Esta disbiosis presente en los pacientes con cáncer colorrectal, genera una inflamación crónica que empeora su situación clínica, al crear el ambiente idóneo para que esos microorganismos patógenos aumenten todavía más su población.
A ello se suma la alteración de la permeabilidad intestinal. En estos pacientes, la barrera epitelial no es tan selectiva como debería serlo en condiciones de salud y filtra al torrente sanguíneo toxinas y patógenos, empeorando el estado del sistema inmune, ya muy comprometido.
Ante este escenario, la Medicina tiene diversas estrategias terapéuticas de las que echar mano, como el reequilibrio de la microbiota de estos pacientes. Los probióticos humanos de IV Generación y una dieta adaptada a las circunstancias serán claves para un tratamiento efectivo.
Sin embargo, no todos los probióticos son iguales. Tal y como explica el equipo científico de Nutribiótica, empresa pionera en España en la formación médica de profesionales de la salud y distribuidora de laboratorios especializados en la formulación de estos productos, «a la hora de diseñar una estrategia terapéutica con probióticos hay que conocer profundamente la formulación que estos tienen y escoger aquellas cepas que hayan demostrado tener eficacia en estos casos».
Las bifidobacterias, en especial B. longum, B. bifidum, B. breve, B lactis 04 y B. longum BB536, son algunas de ellas. De hecho, si hay abundancia de B. longum (y de otras cepas como E. faecium) en la microbiota de estos pacientes, se ha demostrado que pueden tener una mejor respuesta al tratamiento oncológico, aumentando su eficacia.
En lo que respecta a los lactobacilos, también han demostrado eficacia cepas como L. salivarius y L. reuteri. Otra sustancia que ha evidenciado en estudios en animales resultados muy interesantes es el Omega-3. Una suplementación de calidad que aumente sus niveles en el organismo podría ayudar a reducir el número y el tamaño de los tumores, disminuyendo la inflamación y el estrés oxidativo.
La disbiosis oral, otro factor preocupante en el cáncer
La Dra. Arponen advierte de que no solo la disbiosis intestinal es preocupante, sino que el desequilibrio de la microbiota oral también tiene consecuencias en la salud. «Por ejemplo, una de las bacterias presentes en una boca disbiótica, la Porphyromonas gingivalis, juega un papel importante en el desarrollo de tumores, sobre todo cuando se da un escenario de periodontitis», explica en el artículo Cáncer y microbiota, escrito para el #NBlog, el blog de Nutribiótica.
La profesional asegura que estamos en un momento de «explosión» de estudios dirigidos a entender esta compleja relación entre la microbiota, el cáncer y su tratamiento y augura que «los probióticos formarán parte de la terapia antineoplásica para mejorar la respuesta al tratamiento y para aliviar los síntomas secundarios a su toxicidad».