Larry Harlow, pianista y miembro original de la orquesta Las Estrellas de Fania, falleció la madrugada del viernes, luego de estar 32 días hospitalizado por complicaciones relacionadas a una condición renal. Tenía 82 años.
“A todos los salseros del mundo les informo con profundo dolor que luego de 32 dias hospitalizado mi amado Larry falleció a las 12:30 de la madrugada a causa de complicaciones como paciente renal que debilitaron su ya agotado corazón. Les doy las gracias por todo el amor y por los mensajes que el recibía de todos ustedes y que yo me encargaba de leerle en el hospital”, informó la viuda, María del Carmen Harlow, a través de las redes sociales.
“Les pido por favor que nos den espacio a la familia y amigos íntimos para procesar nuestra pérdida y mas adelante les daremos mas información al respecto”, indicó.
El pianista Harlow era conocido como “El judío maravilloso” y dejó un legado de 55 producciones discográficas durante su carrera, incluyendo su última: “Passing the torch” (Pasando la antorcha), que lanzó junto a Rosado.
Con la salsa es que Harlow hizo su carrera al formar parte del grupo de artistas que producía y lanzaba sus discos bajo el sello disquero Fania, de Pacheco y Masucci.
También fue miembro de la orquesta conocida como Las Estrellas de la Fania, que tuvo en su época a la mayoría de los principales cantantes y músicos del género de la década de los setenta.
Algunos de esos intérpretes fueron Héctor Lavoe, Cheo Feliciano, Ismael Quintana, Celia Cruz, Ismael Miranda, Pete “El conde” Rodríguez, así como los músicos Ray Barreto, Bobby Valentín, Yomo Toro, Roberto Roena, entre otros.
“Antes los salseros eran más importantes que ahora, porque los músicos eran los directores de las orquestas y hacían sus propios discos, pero ahora se le da más importancia a los cantantes”, llegó a decir en entrevistas.
Harlow recordó varias anécdotas estando con la agrupación de La Fania, entre ellas, cuando conoció a Muhammad Ali, y cómo un día que caminaba por las calles de Panamá una mujer entusiasmada al verlo, le arrebató la ropa y lo dejó en calzoncillos.
El músico lamentaba al final de sus días que ya no haya tantos clubes de salsa para participar de espectáculos, como ocurría en Nueva York entre las décadas de los cincuenta y setenta.