Soledad Álvarez pidió una campaña nacional por la lectura, agradeció a quienes la estimularon a la lectura y escritura y pidió la paz, en referencia a Ucrania.
Escrito por José Rafael Sosa
Cuando una poeta llora en público, la vida ordinaria se detiene. Y lo que debería seguir es el silencio respetuoso.
Una voz entrecortada, reteniendo en llanto que afloraba desde la garganta, esa poeta estaba ante a 36 personas que se sobrecogieron.
Todas acudían a la entrega del Premio Nacional de Literatura 2022, pero nadie sospechó que sería una descarga de emociones, todas por la mágica fuerza de la palabra, por las fantasías y realidades engarzadas en la poesía, expresadas en lo que debieron ser solo discursos de protocolo establecido. El acto en total, duró 76 minutos.
La voz de Soledad Álvarez se quebró al leer uno de los poemas más difíciles de lograr, los premonitorios, esos que se adelantan a hechos que no se han producido, que están solo en el futuro y el pensamiento.
Soledad, una personalidad literaria que no publica anualmente un libro, ni es figura de frecuente aparición en los medios sociales, fue expresión de poesía asentada sobre belleza de sus textos y compromiso de su actitud.
Era esta la segunda vez que se montaba allí, la entrega del PNL luego de la primera en 2021 con la entrega al escritor Manuel Mora Serrano.
“Urge una campaña nacional de la lectura. Urge una escuela comprometida con la creatividad y el juicio crítico por la vía de la lectura” dijo la galardonada.
Jose Alcántara Almánzar, asesor de Fundación Corripio, destacó la calidad y consistencia de la obra de la galardonada, para la cual la poesía ha sido instrumento de expresión y elaborada con calidad y cuidado extremos.
El ambiente de la entrega
En la mesa principal, el presidente de Fundación Corripio, don José Luis Corripio Estrada, la ministra de Cultura, Milagros Germán, José Alcántara Almánzar, asesor de F.C. y la escritora Angela Hernández, Premio Nacional de Literatura 2016.
El ceremonial se transmitió por plataformas digitales para quienes no podrían asistir debido a las limitaciones del espacio en Fundación Corripio.
Germán, Ministra de Cultura recordó la canción que le escribió Soledad a Víctor Víctor, en los años 70’s en esos tiempos de nuevas formas, canción social y las largas e inolvidables noches de conversaciones poéticas en la casa de su tocaya Milagros Ortiz (presente apenas a unos metros).
En primera fila, discreto y silente, Bernardo Vega, su esposo. A pocos pasos Manuel Corripio, quien solicitó una mascarilla al personal de la fundación. Cerca del pódium, Milagros Ortiz Bosch, gestora de cultura y de una trayectoria pública notable. En última fila, Fausto Rosario, director de Acento. En el resto de la sala Manuel Rueda de Fundación Corripio, familiares de la galardonada, directivos de la Fundación Corripio, jurados del Premio Nacional de Literatura y periodistas.
Un poema premonitorio
Soledad Álvarez reverdeció su conciencia social, se escapó de los lineamientos tradicionales para un discurso de este tipo, al leer un poema que escribió, dos días antes de iniciar la invasión rusa a Ucrania, a los refugiados del mundo. Soledad condenó la intervención armada rusa.
Con el poema, Amor humanidad, cerró sus palabras….
“Se fue mi amor
el amor de mi alma de mis entrañas,
el otro que me habita.
Dejó atrás las sábanas planchadas
el café recién colado por la mañana
las cenas a la luz de las velas.
Abandonó, como Ulises a Calipso en Ogigia
la isla que inventé para él,
y se fue al mar mi amor
al mar de la historia de siempre
en la balsa de los vencidos de siempre,
apretujado contra cuerpos que acaso barrerán las olas
o que morirán en la barriga del camión boqueando
un sueño sin documentos,
mi amor que sabe leer las nubes y habla con los ángeles
perseguido por perros de caza enlazado como res
en la frontera del Río Bravo
cruzan frente a sus ojos los cadáveres de Óscar Martínez,
guatemalteco, y su hijita Valeria de dos años,
cruza el látigo desgarra la espalda de los refugiados
en campos donde no hay árboles ni crece la hierba
sino tiendas de plástico entre basura y charcos de espanto.
Mi amor entre las mujeres afganas que sueñan sin la burka
entre sirios refugiados de la guerra civil
imagina sus casas abandonadas con parras florecidas
y fuentes en el jardín,
en Dollo Ado oye el llamado a la oración desde una mezquita
construida de palos
se desgarra buscando agua entre piedras
con la muchacha somalí que huye de la guerra y del hambre,
llora frente al fuego encendido con la ropa de la familia africana.
Se fue por el mundo mi amor,
no cabe dentro del caracol su amor humanidad
todas las vidas rotas, los viajes sin retorno
el dolor de los refugiados”.
Soledad agradeció a su madre el estímulo a leer desde niña, al escritor español Manuel Valldeperes, exiliado republicano que dirigía junto a María Ugarte el suplemento de El Caribe y a Manuel Rueda, que le transmitió excelencia y disciplina editorial y poética, que, publicaba el inolvidable suplemento cultural Aquí.
Recordó agradecida a escritores de los que abrió normas y pautas, incluyendo a Freddy Gatón, Marcio Veloz Maggiolo, René del Risco y tantos otros.
Ángela, la otra emoción
Ángela Hernández, al presentar la semblanza de la galardonada, sorprendió a los asistentes por la fina ilación de sus imágenes poéticas y recuento de los juicios sobre la obra de la galardonada. Era poesía pura. Fue la primera emoción intelectual del acto. La segunda, fue el discurso de la escritora premiada.
“Su poesía aspira a mucho más que a un buen acabado. Persigue reunir lo vivido y el vivo deseo, el placer del presente, el dorado de la nostalgia, los dominios del amor con sus miradores en el porvenir, síntesis en las carnes de un fruto en sazón” dijo Hernández.
La semblanza presentada por Hernández, producto de un conocimiento muy a fondo de la galardonada, también produjo impacto y emociones entre los asistentes. Deberá publicarse íntegro al igual que el de la poeta premiada.