Santo Domingo, República Dominicana – La tarde del 7 de septiembre en Santo Domingo se tiñó de dorado, no solo por el color de los detalles de la celebración, sino por la magnificencia de un amor que ha resistido la prueba del tiempo. Rafaela Croussett y Ramón Antonio Hernández conmemoraron su Boda de Oro con una ceremonia que, más que un festejo, fue una inmersión en un legado de amor y familia.
La ceremonia comenzó en un ambiente de recogimiento y gratitud. La señora Rosina Guzmán de Jesús, de la Parroquia San Maximiliano Corbe, inició el acto con una oración de agradecimiento a Dios, marcando el tono espiritual y conmovedor de la ocasión. Con cada palabra de la oración, se sentía el peso de los años y las bendiciones que han acompañado a esta pareja durante cinco décadas.
Sarah Hernández, la hija mayor, se dirigió a los presentes con un discurso cargado de emoción y admiración. Sus palabras, pronunciadas con una mezcla de orgullo y cariño, evocaron el amor incondicional que sus padres siempre han demostrado. «Nos enseñaron a valorar la familia, la disciplina y la responsabilidad,» dijo Sarah, mientras el auditorio, emocionado, aplaudía en resonante reconocimiento.
El evento, realizado en el área social de la Torre Yiri XI, que tuvo a Ruth Hernández y a su esposo Pericles Santana como anfitriones, no estuvo exento de sorpresas que añadieron un toque de nostalgia y alegría. La proyección de un video, con mensajes desde el extranjero de Juan Ramón y Ewris Clase, el primer nieto, trajo lágrimas y sonrisas a partes iguales. Juan Ramón agradeció a sus padres por los valores inculcados, mientras Ewris describió a la familia como las ramas de un árbol que, aunque crecen en diferentes direcciones, comparten las mismas raíces. Estos emotivos mensajes de amor a la distancia evidenciaron el impacto profundo que la pareja ha tenido en sus vidas.
Un momento particularmente emotivo fue la aparición inesperada de Mary y Magalys Hernández, quienes, como pajes en la boda original de Rafaela y Ramón hace 50 años, regresaron para rendir tributo a un pasado memorable. Su llegada, un eco del pasado, fue recibida con una calidez que hizo palpitar el corazón de todos los presentes.
La celebración no solo reunió a familiares cercanos, sino también a amigos y vecinos de distintas localidades, quienes compartieron un ambiente de afecto y gratitud hacia la pareja. Isabel Sosa Rodríguez dirigió la bendición de los alimentos, subrayando la importancia de compartir momentos especiales en un entorno de amor y unidad.
El banquete, preparado por Irene Moreno de «Yantal al Pilón,» fue un festín para los sentidos, con un buffet exquisito que acompañó la celebración. La música, a cargo de Uzias DJ Music, con piezas en saxofón, creó un ambiente elegante y sofisticado. La decoración floral, realizada por Awilda Miller y su empresa «Valen Fiesta,» adornó el lugar con rosas y helechos, reflejando la esencia de la Boda de Oro y el amor floreciente de la pareja.
Así, la Boda de Oro de Rafaela Croussett y Ramón Antonio Hernández se convirtió en un tributo a un amor que, a través de los años, ha sido un faro de esperanza, dedicación y unión. Más que una celebración, fue un homenaje a un legado que sigue inspirando a todos aquellos que han tenido el privilegio de ser testigos de su duradera historia de amor.
Una celebración de fe y agradecimiento
La ceremonia comenzó con una oración de agradecimiento a Dios por la salud y la unión de Rafaela y Ramón, dirigida por la señora Rosina Guzmán de Jesús, de la Parroquia San Maximiliano Kolbe . Este acto dio inicio a una celebración espiritual y conmovedora, destacando el privilegio de alcanzar este importante aniversario rodeados de sus seres queridos.
Sarah Wendy Hernández, la hija mayor, pronunció un discurso en el que destacó el amor incondicional de sus padres y su ejemplo de entrega, compromiso y fe. «Nos enseñaron a valorar la familia, la disciplina, el trabajo y la responsabilidad, y a mantenernos unidos en todo momento,» expresó Sarah, provocando una ovación de los presentes, conmovidos por sus palabras.
Momentos inolvidables y sorpresas especiales
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue la proyección de un video homenaje con mensajes desde el extranjero. Juan Ramón Hernández agradeció a sus padres por enseñarle el valor de la familia, mientras que Ewris Clase ccmparó a la familia con un árbol: “Cada rama crece en diferentes direcciones, pero las raíces son las mismas.” Estas palabras tocaron el corazón de todos los asistentes.
La sorpresa de la noche fue la aparición de Mary y Magalys Hernández, quienes fueron pajes en la boda original de Rafaela y Ramón hace 50 años. Su llegada inesperada evocó nostalgia y alegría, rindiendo tributo al pasado y celebrando el presente.
Una convivencia familiar y amistosa
La celebración contó con la participación de familiares de distintas localidades, como Santiago y San Francisco de Macorís, además de amigos y vecinos que han sido parte fundamental en la vida de la pareja. Todos ellos fueron testigos del cariño y gratitud expresados por Rafaela y Ramón hacia aquellos que los han acompañado durante cinco décadas.
Isabel Sosa Rodríguez dirigió la bendición de los alimentos, agradeciendo la oportunidad de compartir un momento tan especial en un ambiente de amor y unidad.
El evento ofreció un exquisito buffet preparado por Irene Moreno, de «Yantal al Pilón,» cuya gastronomía para eventos encantó a los invitados. La ambientación musical, a cargo de Uzias DJ Music, incluyó piezas interpretadas en saxofón, creando un ambiente de elegancia que acompañó los momentos clave de la velada. La decoración, con rosas naturales y helechos, estuvo a cargo de Awilda Miller y su empresa «Valen Fiesta,» reflejando la esencia de la Boda de Oro y simbolizando el amor floreciente y la fortaleza de una relación duradera.
Un tributo al amor
La Boda de Oro de Rafaela Croussett y Ramón Antonio Hernández no solo celebró sus 50 años de matrimonio, sino que rindió homenaje a un legado de amor, dedicación y unidad familiar. Rodeados de amigos y seres queridos, la pareja demostró que su compromiso y fe en el amor siguen tan fuertes como el primer día. Esta celebración fue más que una fiesta; fue un tributo al poder del amor verdadero y a los lazos que mantienen unida a una familia, generación tras generación.