Las tradwives, o esposas tradicionales, han encontrado en redes sociales como Instagram y TikTok un espacio para ensalzar los roles de género tradicionales y abogar por un regreso de la mujer a la esfera doméstica.
Este fenómeno, que remite a un estilo de vida cercano al de los años cincuenta, se proyecta a través de delantales, recetas caseras y consejos sobre maternidad y vida conyugal. En España, influenciadoras como Roro, con 2,5 millones de seguidores, reflejan este movimiento al dedicar su contenido a tareas domésticas y cuidados, mientras que en Estados Unidos e Inglaterra destacan figuras como Ayla Stewart y Estee Williams.
Según Sònia Herrera, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), el contenido de las tradwives busca enaltecer la figura del hombre como proveedor económico y relegar a las mujeres a labores del hogar. Este resurgimiento de los roles tradicionales coincide con la creciente influencia de la ultraderecha global, que ha capitalizado el descontento hacia el avance del feminismo y los valores libertarios, promoviendo una visión conservadora del matrimonio y la familia heteronormativa.
El movimiento encuentra inspiración en figuras históricas como Phyllis Schlafly, quien, en la década de 1970, lideró la oposición a la Enmienda de igualdad de derechos en EE.UU. Schlafly defendía que las mujeres no necesitaban igualdad de derechos, ya que el patriarcado «protegía» su papel en la familia.
Ana Sofía Cardenal, profesora de Derecho y Ciencia Política de la UOC, señala que el auge de los partidos de extrema derecha ha dado visibilidad a los mensajes de las tradwives. Discursos que aparentan promover la «libre elección» de regresar al hogar esconden contenidos supremacistas, antiinmigración, y de negación de la violencia machista. Estos mensajes, amplificados por influencers, alcanzan a jóvenes que se informan principalmente a través de redes sociales, reduciendo el consumo de noticias tradicionales. La investigadora advierte que este contenido retrógrado, presentado con un atractivo enfoque visual, está calando tanto en hombres como en mujeres jóvenes.
Paradójicamente, el movimiento de las tradwives ha podido prosperar gracias a las conquistas del feminismo, que les otorgaron libertad de expresión y una plataforma para ser escuchadas. Herrera recuerda que detrás de su imagen pública hay un lucrativo negocio que explota su discurso «tradicional», sosteniéndose con patrocinadores que perpetúan la idea de la mujer atada a pasteles y pañales, pero con una presencia moderna y digitalizada.