Agliberto Meléndez, considerado el padre del cine independiente dominicano, falleció en la madrugada de este jueves, tras varios años de complicaciones de salud que lo habían apartado de la vida pública. Tenía 81 años.
Con su partida, el cine dominicano despide a una figura fundamental que dejó un legado basado en la coherencia artística, el compromiso social y el deseo de contar historias con calidad, sin ataduras comerciales.
“No hago cine para hacer dinero”
Esta frase, repetida por Meléndez en múltiples entrevistas, resume la filosofía de un creador que apostó por narrar la realidad dominicana con honestidad, aunque ello significara hipotecar una casa y vender un Peugeot 1984 para filmar su icónica ópera prima, “Un pasaje de ida” (1988).
Con este largometraje, Meléndez estableció un antes y un después en la industria cinematográfica del país, marcando el inicio del cine dominicano con criterios profesionales y una narrativa que retrataba con crudeza y dignidad el drama social de la migración ilegal.
La película, estrenada el 18 de febrero de 1988, fue vista por más de 110,000 personas, obtuvo 14 premios internacionales y se convirtió en la primera obra fílmica dominicana en recibir el Premio Gran Casandra en 1989, otorgado por la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte).
Su experiencia con este filme quedó plasmada en la monografía “Así se batió el cobre”, donde documentó los retos que enfrentó para llevar la película a la gran pantalla.

Una trayectoria que marcó la historia del cine dominicano
Nacido en Altamira, Puerto Plata, en 1944, hijo de padre puertorriqueño y madre dominicana, Agliberto Meléndez estudió cine y economía en la Universidad de Nueva York en la década de 1970, regresando al país para iniciar una cruzada por el desarrollo del cine local.
En 1979, fundó la Cinemateca Dominicana, proyectando como primera función “El nacimiento de una nación” de D.W. Griffith, y realizando uno de los primeros cinefórums del país, con el objetivo de formar un público crítico y consciente.
Además de su aporte como cineasta, Meléndez desempeñó roles clave en la gestión cultural del país, dirigiendo instituciones como Radio y Televisión Dominicana (1983-1984) y el Festival de Cultura (1984-1986), así como liderando nuevamente la Cinemateca Dominicana entre 2001 y 2004.
En 2015, estrenó su segunda película, “Del color de la noche”, un biopic sobre el líder político José Francisco Peña Gómez, con una premier en Caribbean Cinemas de Galería 360, reafirmando su compromiso de contar historias dominicanas relevantes.
Legado de un pionero
Con apenas dos películas en su filmografía, Agliberto Meléndez demostró que el arte de contar historias con integridad y visión social puede transformar una industria y abrir caminos para nuevas generaciones de cineastas dominicanos.
Su partida deja un vacío en el cine nacional, pero también un legado que seguirá inspirando a quienes creen en un cine que refleje las realidades del pueblo dominicano con honestidad y calidad.
“Agliberto ha tomado, tranquilamente, un pasaje de ida.”
Descanse en paz, maestro del cine dominicano.
PD: Este escrito es una colaboraciòn del periodista Josè Rafael Sosa