Por: Marisol Mateo
El dominicano que vive en Estados Unidos es un viajero de dos mundos. Su cuerpo camina por las calles de Nueva York, Boston o Miami, pero su corazón se despierta con el canto del gallo de su pueblo, allá en San Juan, en Santiago, en Barahona o en Santo Domingo.
Emigrar fue una decisión valiente, un salto al vacío con la esperanza de darle a la familia una vida mejor. Sin embargo, el que se va nunca se va del todo: vive aquí, pero piensa allá. Cada día de trabajo, cada dólar ganado, tiene nombre y apellido: la casa que hay que terminar, el solar que hay que cercar, los útiles escolares de los muchachos, la medicina de mamá.
El dominicano en la diáspora lleva la patria en el alma. Se emociona con una bachata en el tren, se le aguan los ojos cuando huele un sancocho en el invierno, y guarda en el celular fotos de su casita en el pueblo como si fueran el mayor trofeo de su vida. Sus recuerdos de infancia se convierten en combustible para seguir trabajando en tierra ajena.
Pero este sueño tiene un precio. La soledad pesa, las horas de trabajo son largas, el frío cala hasta los huesos. Y aun así, el dominicano no se rinde: sigue luchando, sigue enviando sus remesas, sigue soñando con el día que pueda volver, aunque sea por una semana, para abrazar a los suyos y sentir que el sacrificio valió la pena.
El sueño del dominicano en Estados Unidos no es solo progresar; es regresar con la frente en alto, es construir un puente entre su nueva vida y su tierra amada. Aunque viva en otro país, su corazón siempre tendrá pasaje de ida y vuelta.
Porque no importa cuántos inviernos tenga que soportar, su alma seguirá floreciendo en primavera, allá donde nació. Y cuando por fin vuelva, aunque haya pasado toda una vida, volverá a sentirse en casa.
Y mientras llega ese día, es tiempo de unirse, de apoyarse unos a otros, de construir comunidad en suelo extranjero. Si estamos juntos, si mantenemos viva nuestra cultura y nuestras raíces, ningún sacrificio será en vano. Somos dominicanos en cuerpo y alma, y juntos podemos convertir cada sueño en realidad, aquí y allá