A propósito del conflicto en el seno de Acroarte luego de las elecciones celebradas en junio pasado, comparto con mis lectores la posición del periodista José Rafael Sosa.
Acroarte: salida acordada
Escrito por José Rafael Sosa.
Nos encanta el juego de los “enemiguitos”, aplaudir la confrontación entre iguales y dejar que corran ríos de tinta para fomentar el reabrir heridas y enemistar a quienes, en principio, están unidos por una hermandad por los fines a que corresponden y que debería estar por encima de todo lo circunstancial y lo inmediato.
Y nos encanta todavía más, insultar, poner etiquetas a quienes no coinciden con lo que cada uno cree, ubicar en grupos como justificación para rechazar la disidencia.
Nos hace falta inspiración institucional, sentido oportuno de justicia y sentido práctico, inspirado tanto en lo ético como en la visión del mejor del futuro para las instituciones a las que debemos impulsar y proteger.
Hablo de ACROARTE y de su situación actual, de todos y todas, ampliamente conocidas, de las batallas de comunicados, cartas y “trols” que han encendido las redes.
Tengo mi propia percepción, no tengo grupos y trato de ser institucionalista.
No tengo enemigos en ningún de los dos sectores que ahora se enfrentan y creo que los aparcelamientos, en la cuenta final del camino, dañan a ACROARTE. Incluso creo que este trabajo, nadie podrá usarlo como muestra de adhesión particular a nadie. Y aspiro a que así sea.
Sigo pensando que ACROARTE es cada ACROARTISTA, que cada uno de ellos tiene sus aportes a la institución, y pongo de ejemplo la gestión de Emelyn Balderas que considera ejemplar, restauradora en muchos aspectos del trabajo por el Premio Soberano, hecho que no se debe regatear. Llego a la presidencia de ACROARTE por la fuerza de los votos y le dimos nuestro respaldo de lo cual en modo alguno nos arrepentimos. Fue excelente gestión, en el marco de sus condiciones.
De parte de la plancha que perdió esas elecciones, creo, debió haberse integrado a los trabajos y desarrollar su labor desde ella.
Excepto Fausto Polanco, – justamente Fausto Polanco – los demás integrantes no lo hicieron, una integración y una presencia que debió recibir de toda la más cálida receptividad. El resto se enquisto, lo que considero fue un error.
Durante ese enquistamiento, no se dispersaron y comenzaron a trabajar con vistas a las elecciones, lo que era su derecho también.
A las elecciones se va a perder o ganar. Y no pasa nada. La vida es un ciclo, del cual las elecciones son una parte más.
El resultado electoral (101 votos por bando) no debió ser resuelto con la validez interpretativa a un voto declarado nulo (con el voto disidente de uno de sus miembros) por el organismo electoral, presidido por el Carlos Cepeda Suriel, uno de los fundadores de Acroarte con una trayectoria respetable, pero que como humano puede cometer un error. Y creo que lo cometió, y ello no lo rebaja a los ojos de nadie.
Abogo por una salida acordada, negociada, tomando en cuenta el interés supremo: el futuro de la institución, el ahorrarle procesos traumáticos por vía de la domesticación de los egos de cada lado.
Hace falta un factor de intermediación que siente a los dos sectores en ACROARTE en función de esa salida. Y creo que ella debe ser, una nueva ronda de votaciones de la que emerja sin estela de dudas, la plancha ganadora.
Ello evitaría el camino de la justicia, respecto de cual, la plancha Azul tiene todas sus expectativas actualmente y que representaría un golpe muy fuerte a su institucionalidad, generara un vacío de poder y ahondara mucho mas las diferencias personales entre los exponentes principales de la situación. Y que no se adelante el recurso de la apelación que extendería la crisis que existe actualmente.
Lo que se impone ahora es: dejar la guerra de artículos y noticias tendenciadas, los insultos y epítetos de seguidores de cada parte, pensar en Acroarte y negociar la mejor salida la que, insisto, es electoral.