La resiliencia es definida como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o a un estado o situación no favorable. Cuando se refiere a una material se establece como un mecanismo o sistema para recuperar o volver a su fase inicial cuando ha cesado la perturbación a la que estuvo sometido. También se aplica a las personas entre las cuales constituye un factor determinante del éxito.
El psiquiatra, neurólogo, psicoanalista y etólogo francés, Boris Cyrulnik fue el primero en utilizar el concepto resiliencia en el campo de la psicología; pero ya este vocablo había sido empleado por el londinense John Bowlby (creador de la teoría del Apego) en su obra “Los patitos feos.”
Hemos sido testigos de la forma en que algunos de nuestros allegados, amigos y familiares han enfrentado grandes adversidades y problemas, los cuales pudieron vencer y transformar en oportunidades. En cambio otros, ante situaciones aciagas o momentos infaustos de menor magnitud no les ha sido posible sobreponerse a los reveses y desdichas.
¿Por qué ante iguales circunstancias los seres humanos se comportan de forma diferente? Porque su reacción depende de su grado de resiliencia. Si es alto, aniquilan los obstáculos y se adaptan a los cambios; pero si es escaso se derrumban y terminan sumidos en la depresión y la frustración.
Resiliencia ¿innata o adquirida?
Si bien pudiera tener cierta predisposición genética, la resiliencia no es una cualidad innata, pues su real desarrollo se produce en el transcurso de nuestras vidas. Algunas personas la adquieren porque la aprenden de sus padres, tutores o alguien influyente, como un maestro; mientras que otros la consiguen por cuenta propia, sin tener un modelo a seguir.
¿Por qué debemos aprender a ser resilientes?
Todos, sin excepción, en diversas etapas de nuestra existencia tenemos que enfrentarnos a situaciones difíciles, como son la pérdida de un ser querido, un fracaso sentimental, económico o social, maltrato o abuso psicológico, pérdida de la salud o de alguna habilidad física.
Ante eventos indeseados que nos generen sentimientos de tristeza, rabia, frustración o desesperanza debemos aprender a reaccionar de forma adecuada. Pero para eso necesitamos incrementar nuestro grado de resiliencia, lo cual es posible si avivamos y cultivamos nuestra capacidad de tolerancia y automotivación a fin de adaptarnos a etapas incómodas.
También debemos aprender a juzgarnos a nosotros mismos y a los demás con precisión, aceptarnos tal como somos y de igual forma al prójimo; es preciso que seamos creativos, flexibles, positivos, sensibles, pacientes, perseverantes, cautos en la toma de decisiones y ¿por qué no? desarrollemos en cierta medida nuestro sentido del humor.
Comportamiento de un resiliente
Cuando la vida no le sonría y le toque vivir eventos traumáticos, tragedias, amenazas diversas, fuentes de estrés, circunstancias que nos llenen de pena, el dolor o sensación de fracaso, ponga en práctica estos consejos:
Ante la pérdida de un ser querido: Viva su duelo, permítase sentir tristeza, exprese sus sentimientos, llore, no olvide que la muerte es parte de la misma vida, rememore momentos felices vividos con esa persona, las enseñanzas que le dejó y asuma que ya no está pero que su recuerdo y las enseñanzas que le legó siempre le acompañarán.
Maltrato o abuso corporal o psicológico: El cual puede manifestarse mediante violencia física o verbal (insultos, amenazas o frases descalificadoras), abandono emocional, falta de empatía, excesivo control o extorsión afectiva. Reconozca la situación y convénzase de que usted no es el problema. Identifique los recursos utilizados para manipularlo por quien lo abusa. Si es necesario solicite ayuda a las autoridades judiciales competentes y el apoyo de una profesional de la conducta a fin de salir de ese círculo de pesadilla.
Fracaso sentimental: Acepte la realidad y no se estanque recordando lo que pudo haber sido y no fue. Vea en una pérdida sentimental no solo como un fracaso, sino como una oportunidad de aprendizaje que le proporciona experiencia. Trata de compartir con amigos y seres queridos, plantéese objetivos concretos y realistas. Utilice la escritura como terapia y para poner en orden sus pensamientos y reflexiones.
Fracaso económico. Acepte que todos estamos expuestos a caídas y las derrotas, analice sus posibles errores y mantenga su mente positiva, elabore un plan de acción, cambie de estrategias, busque el consejo de expertos, sustituya las quejas por actuaciones, descarte las creencias que le limitan y confíe en que puede salir hacia adelante.
Fracaso social: Puede percibirlo en el ámbito profesional o académico, por no haber obtenido el éxito esperado al iniciar un proyecto, por perder un empleo o ante la imposibilidad de formar ingresar a un círculo social determinado. En cualquier caso, estudie su comportamiento, identifique posibles fallas, trate de mejorar, continúe luchando por sus objetivos, recuerde que nadie es perfecto y que los éxitos que más se disfrutan son aquellos que nos han costado alcanzarlos.
Una enfermedad o pérdida de alguna capacidad física: Cualquier dolencia nos coloca en una situación de debilidad, porque limita nuestra forma de vida. La reacción dependerá de la gravedad de la enfermedad, su nivel de adaptación y aceptación, el apoyo que reciba y su potencial para la rehabilitación física y psicológica. En todo caso se agotan cuatro etapas: negación, ira, depresión, negociación y por último la aceptación, donde se asume la condición como parte de nuestras vidas y se inicia el descubrimiento de otras capacidades que poseemos y las habíamos pasado por alto.
En conclusión, cuando la vida se nos torne amarga, cuando el dolor nos golpee, cuando tengamos que salir de la zona de confort: no nos concentremos en lamernos las heridas y en autocompadecernos ¡mantengamos la esperanza y no caigamos en la tentación de refugiarnos en el alcohol o las drogas; más bien dirijamos todos nuestros esfuerzos para vencer la adversidad, fortalecernos y alcanzar un estado de excelencia en todos los ámbitos.