A los niños nacidos con defectos cardiacos con frecuencia les va peor en la escuela que a sus compañeros, encuentra un estudio reciente.
Investigadores dirigidos por el Dr. Matthew Oster, de Children’s Healthcare of Atlanta, analizaron los resultados de final de curso de niños de tercer grado de primaria de escuelas públicas de Carolina del Norte entre 1998 y 2003.
En comparación con otros niños, los que tenían un defecto cardiaco congénito era un 40 por ciento menos propensos a cumplir con los estándares de competencia en la lectura, un 20 por ciento menos propensos a cumplir con los estándares en matemáticas, y un 50 por ciento menos propensos a cumplir los estándares de ambas asignaturas, encontró el estudio.
Los investigadores también encontraron que un 2.8 por ciento de los niños con defectos cardiacos tuvieron que repetir el tercer grado, en comparación con el 1.9 por ciento de los demás niños.
Dos expertos en atención pediátrica que revisaron los nuevos hallazgos no se sorprendieron.
«Hace mucho que se sabe que los niños con enfermedades cardiacas congénitas tienen un mayor riesgo de problemas posteriores en la escuela con la atención y el rendimiento académico», dijo el Dr. Andrew Adesman, jefe de pediatría del desarrollo y conductual del Centro Médico Pediátrico Cohen de Nueva York.
Dijo que la magnitud de las dificultades académicas con frecuencia se corresponde con la gravedad del defecto cardiaco del niño. «Afortunadamente, los riesgos más bajos de problemas posteriores en el desarrollo se dan en los niños con las formas menos complejas y más comunes de enfermedades cardiacas congénitas», apuntó Adesman.
«La mayoría de niños con enfermedades cardiacas congénitas no tendrán dificultades académicas importantes», dijo Adesman, pero «los padres y los profesionales clínicos deben estar atentos a las dificultades académicas de los niños con antecedentes de defectos cardiacos congénitos complejos».
Otro experto enfatizó que se debe hacer más por averiguar las causas de los problemas con el rendimiento académico en estos niños.
Una pregunta es «qué proporción de los retrasos asociados en el neurodesarrollo se derivan de los efectos secundarios de la atención médica necesaria, como el uso de una máquina corazón-pulmón durante la cirugía, en lugar de resultar de los problemas genéticos que provocan el defecto y que también pueden afectar el cerebro», planteó el Dr. Bruce Gelb.
«Las respuestas a esa pregunta orientarán a los médicos en relación a qué estrategias probar con el fin de lograr los mejores resultados para los niños con defectos cardiacos congénitos», apuntó Gelb, director del Instituto Mindich de Salud y Desarrollo de los Niños de la Escuela de Medicina Icahn de Mount Sinai, en la ciudad de Nueva York.
La investigación fue presentada el martes en la reunión anual de la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association) en Orlando. Los hallazgos presentados en reuniones médicas por lo general se consideran preliminares hasta que se publican en una revista revisada por profesionales.