Cuando se trata de parejas la comunicación es vital. Todo aquello que guardamos a través de los años, podría salir como un estallido “repentino”, causando una separación o un dolor imborrable.
Hace poco los actores Kenia Liranzo y Francis Cruz, debatían el tema central de su próximo estreno, “El Tao del sexo”, en el programa “En Mariasela”, y parte de lo que se discutía con las conductoras del programa, era exactamente esto. Mariasela afirmaba que esta nueva generación está acostumbrada a ir a terapia, a recibir ayuda, a tener coaches y guías espirituales, sin embargo, la generación de edad madura, esa que ya pasa de los 40 años, calla, suele acumular y viene de la cultura de “Los problemas se tratan en casa”, sobre todo si el asunto es de índole sexual.
¿Puede más el apego que el verdadero deseo de seguir adelante? Y a veces sí. Conozco a quienes prefieren vivir infelices, que decir que algo no les gusta para no perder su relación. Nuestro deseo de complacer, nos hace perder de vista nuestra propia felicidad.
Le pregunté a mi mamá si era feliz.
Ella me contestó que sí, que claro. Lleva más de 40 años de casada con mi padre, ambos expresan amor por las redes (específicamente Facebook pues Instagram “es solo fotos” dicen ellos). Viven tomados de la mano. Van juntos hasta al colmado… Y la miro, y se qué se suman en ella 66 años de preguntas sin responder, y qué tal vez por elección, ya no quiere las respuestas.
“¿Para qué? Me parece oírla decir. Y esto no tiene que ver con la relación, sino con todo aquello que no dijimos cuando el brío nos poseía. De lo que aceptamos como válido, solo para vernos felices. Para no divorciarnos. Para no cambiarnos de carrera después de gastar tanto dinero. Para no molestar mucho. Para verme como una mujer, o como un hombre. Para no armar un show. Para no ser emocionales e impulsivos… porque nos han dicho que quienes son así, y deciden cambiar de repente, no son maduros.
El amor es un arma de doble filo.
Queremos tanto, que somos capaces de aceptar muchas cosas, porque sí. Sin ampliar mucho en el por qué. Y es ahí cuando al pasar el tiempo, solo aquellos que tienen suerte, explotan y se lo dicen todo, sin nada que ocultar, y tal vez así puedan volver a sentir… a emocionarse hasta lo impulsivo, como cuando tenían 20.
Tengo tantas cosas que decir, que gracias a Dios me veo lejos de callar. Ojalá y si algún día callo, alguien me sacuda, pues estoy segura que ese día empezaría a dejar de ser yo.
No dejen de ver la obra “El Tao del sexo”, ganadora del premio casa de las Américas, y que fue escrita por un hombre y una mujer, Ignacio Apolo y Laura Gutman, con el fin de no dejar de decir ni de responderse absolutamente nada.
Nada mejor que una bofetada teatral, para revivir.