Por Ramón Martín Olivo
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- A propósito de la suspensión, y luego reasignación de fecha (domingo 23 de este mes) del Grand Prix de Ciclismo Emilio Valdez (El Caballito), dedicada en esta ocasión al cronista e historiador deportivo Héctor J. Cruz, competir en estos tiempos en carreras callejeras (mejor con loocidas como “circuitos cerrados”) es una “empresa” muy peligrosa.
Esto resulta paradójico, ya que en el pasado las justas disputadas en zonas urbanas eran mucho más seguras (claro, con sus consabidos e inevitables “estrallones”) que en la actualidad, debido a que las vías están mejor asfaltadas y, supuestamente, hemos avanzado en el aspecto técnico y dirigencial.
Pero el asunto no sólo radica en que las calles estén bien pavimentadas, sino que se tomen medidas de lugar como la colocación de policías de tránsito en las esquinas o giros, ambulancias, vallas colocadas 100 metros antes y después de la meta, y la “reubicación” (en otras calles) de los carros de vecinos del sector donde se “sorteará” la carrera urbana.
Aún recordamos cuando presenciábamos esas vertiginosas competencias en las décadas de los ‘70s y ‘80s en Cristo Rey, Villa Juana, Simón Bolívar, Jardines del Norte, ensanches Ozama, La Fe, Luperón y en otras barriadas en las que no existían los famosos reductores de velocidad conocido como “policías acostados”. De verdad que eran emocionantes para los presenciantes y un mar de nervios para los participantes.
En aquellos tiempos, cruzar la hoy transitada avenida Ortega y Gasset no le causaba “tiriquitos” a los corredores como acontecería ahora, ya que en ese cruce siempre estaban apostados varios agentes del orden que impedían el paso de cualquier peatón o vehículo de motor.
Imagínense hacer una carrera en un sector en el que las calles que se entrecruzan siempre hay un gran flujo de vehículos y en la que ambos bordes de la calzada están atestados de carros, dejando apenas un pequeño trecho para que se desplacen vertiginosamente los pedalistas.
Las esquinas o giros muy cerrados son lugares propicios para que se produzcan caídas. Recuerdo que en Cristo Rey, siendo apenas un niño y junto a varios amiguitos, colocábamos colchonetas viejas o cartones en la intersección formada por las calle 37 y San Juan de la Maguana.
Por ese y otros motivos más los circuitos cerrados han sido dejados para los “kamikazes” y “extremistas”.
DEMARRAJES.- Hablando de caídas y estrellones, recuerdo vívidamente el rostro del amigo Alejandro Castillo (Arenquito) cuando se precipitó de bruces al asfalto en el circuito cerrado con motivo del 34 aniversario del Club Mauricio Báez, en 1997… A propósito de la 37, Ángel Peña Rivas (Chanty), campeón de metas volantes de la Primera Vuelta Independencia Nacional 1979, siempre nos menciona nuestra “iniciativa” de colocar cartones y colchonetas viejas, cual “muro” de protección, en la primera línea del Ensanche Trueba… Hablando de colocar vallas 100 metros antes y después de la meta, el pasado año se habló de que la Federación Dominicana de Ciclismo (FEDOCI) iba adquirir más de 360 barandas metálicas para esos fines, pero las mismas no se ven. Eso me lo comentó el presidente de la suspendida Asociación de Ciclismo de Barahona, Joaquín –Hijo– Ayala Santana… Sprint Final.