Son elementos de ese Código: la cámara en mano, impecable fotografía, excelencia en su universo sonoro, actuaciones correctas, un poco de “cine verite”, proyección de una pobreza hermosa y homogenizad, y sobre todo, cero experimentación.
José Rafael Sosa
CANNES. Riviera Francesa. Sigue sin haber una fórmula clara que explique la ausencia iberoamericana en el Festival de Cannes. Esta ausencia, para no usar el cliché más a mano y que lleva al sello del discrimen, podría tener una explicación: el invisible “Código Cannes”.
La escasa presencia iberoamericana en Cannes 70 y su nula presencia en la selección oficial, se mantiene en discordancia con la fuerza creativa y las marcas nacionales que han alcanzado los países de nuestra lengua. En esta oportunidad, el Festival de Cannes es cuando menos presencia iberoamericana alcanza.
¿Hay un Código Cannes, no escrito, que establezca las directrices de lo que los franceses quisieran que les presentaras los cineastas pobres de aquel lado del Atlántico?
No existe un documento titulado así y que pueda ser enviado como recomendación expresa a quienes, desde la Américas Morena, aspiran a llegar con su peli bajo el brazo hasta aquí. Sería un colmo impensable. Pero hay guías sugeridas por lo que se observa de cuanto llega hasta acá.“El Código Cannes”, no es (si existe) un reglamento regulado y expreso que establece las condiciones para que una cita sea digna de recibir la confirmación de que será presentada en este evento vitrina del cine mundial.
Al ver películas latinoamericanas que han sido aceptadas (con una clarísima excepción de La Cordillera (Santiago Mitre, -Chile), protagonizada por Ricardo Darín, aparecen los elementos de ese Código Fantasma: cámara en mano, impecable fotografía, excelencia en su universo sonoro, presentación y venta del drama estampado en los rostros, todo el tiempo, proyección de una pobreza hermosa y, sobre todo, limitación a toda experimentación expresiva, sobre todo el estilo del franco-suizo Jean Luc Godard.
Se intuye que hay un perfil subyacente en identidad que hace pre-requisitos no proclamados, que deberían tener las producciones de los cineastas pobres de América Latina. para tenerlas en las parrillas del Palais de Convenciones en Riviera Francesa.
La presencia mínima
Sigue resaltando la ausencia en Sección Oficial de las películas de Iberoamericanas en el Festival de Cannes, mientras que se abrió un espacio , pequeño por cierto en La sección Una cierta mirada (Un certain regard) es la segunda más importante del Festival de Cannes, que ofrece algo de México, (Las hijas de Abril”, de Michel Franco) y una co-producción de Chile y España y (“La novia del desierto”, escrita y dirigida por Cecilia Atán y Valeria Pivato) y , también en coproducción, Argentina, España y Francia ofrecen “La Cordillera”, dirigida por Santiago Mitre.
A pesar del espacio mediático que ha abierto (a la fuerza del prestigio por ser un galardón regional) los Premios Platino del Cine Iberoamericano– que se montan en Julio 22 en Madrid, EGEDA y FIPCA, y que se iniciaron para su IV entrega con una competencia entre más de 800 películas, Cannes ha dado las espaldas, dejando una brecha pequeña en espacios de su festivall que excluyen su prestigiosa Sección Oficial.
La Semana de la Crítica ofrece La Familia, de Venezuela, Gabriel e a montanha del brasileño Fellipe Gamarano Barbosa y la coproducción franco-chilena Los perros de Marcela Said. También participan los cortos Los desheredados de la española Laura Ferrés y Selva de Sofía Quirós, primer trabajo costarricense que compite en Cannes.
La familia
Venezuela, por primera vez, se dejaba ver en Cannes. Con una situación como la que tiene hoy día, y con un guión escrito en el período final de la vida de Hugo Chávez, era un desafío inmenso lograr las condiciones para ser presentada en este festival.
La familia (Gustavo Rondón Guevara) aplicó y fue evaluada par a la sección la Semana de la Crítica, compite La Familia, y que logró impresionar a la sala repleta de espectadores (sobre todo productores, directores y talentos europeos y algunos latinoamericanos).
Nos impresionó la cantidad de cinéfilos, directores y productores franceses que acudieron a la sala. Pero era una de esas cintas producidas en apego al Código Cannes, el no escrito, el fantasma, el invisible.