El helado, ese postre cremoso y refrescante que hoy disfrutamos en cualquier época del año, tiene una historia rica y sorprendente que se extiende a lo largo de siglos y continentes. Aunque la versión moderna del helado es relativamente reciente, sus orígenes se remontan a las antiguas civilizaciones, donde se experimentaba con mezclas de nieve, frutas, miel y jugos para crear una suerte de delicias congeladas.
Los primeros vestigios del helado se encuentran en la antigua Persia, alrededor del año 500 a.C., donde se enfriaban jugos de frutas mezclados con nieve de las montañas, una práctica que también se observaba en la antigua Grecia y Roma. Las clases aristocráticas persas almacenaban hielo y nieve en pozos subterráneos, conocidos como «yakhchal», para crear una especie de sorbete hecho con azafrán, frutas y otros aromas.
Sin embargo, es en China, alrededor del año 200 a.C., donde se encuentra una de las primeras recetas conocidas de algo similar al helado: una mezcla de leche, arroz y nieve que, al congelarse, daba lugar a un producto cremoso. Este concepto llegó a Europa gracias a Marco Polo, el famoso explorador veneciano, quien en el siglo XIII trajo consigo relatos de este postre helado desde la corte de Kublai Khan, en China.
La expansión en Europa: Italia y Francia como centros del helado moderno
El helado tal como lo conocemos comenzó a tomar forma en la Europa del Renacimiento. En Italia, durante el siglo XVI, los chefs florentinos experimentaron con la mezcla de hielo con jarabes de frutas, mientras que en Francia, Catalina de Médici, tras casarse con Enrique II, llevó consigo esta tradición heladera a la corte francesa.
El éxito del helado en Europa se consolidó en el siglo XVII. En 1686, Francesco Procopio dei Coltelli, un chef siciliano, abrió en París el «Café Procope», considerado el primer café de Europa que servía helados al público. La popularidad de su «gelato» se extendió rápidamente, convirtiéndose en un símbolo de lujo y refinamiento entre las clases aristocráticas.
Llegada a América y la popularización global
El helado cruzó el Atlántico hacia América en el siglo XVIII. En los Estados Unidos, Thomas Jefferson, tercer presidente del país, es célebre por haber introducido una receta de helado de vainilla tras su regreso de Francia. A partir del siglo XIX, con la Revolución Industrial, la producción de helado se modernizó y se hizo más accesible gracias a la invención de la primera máquina de helados en 1843, por Nancy Johnson.
La creación de la máquina de refrigeración por Jacob Fussell, un lechero de Baltimore, en 1851, impulsó la producción masiva de helado en Estados Unidos. Con el tiempo, las técnicas de refrigeración mejoraron, y el helado dejó de ser un lujo reservado solo para los ricos para convertirse en un postre accesible para todos.
Siglo XX: Innovación y diversidad de sabores
El siglo XX marcó la explosión de la popularidad del helado, con la creación de grandes marcas comerciales y la invención de nuevos formatos, como la barra de helado en palito, atribuida a Christian Nelson en 1920, y el cono de helado, patentado por Italo Marchiony en 1903.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el helado se convirtió en un símbolo de moral entre las tropas estadounidenses, y tras la guerra, se establecieron heladerías en todo el mundo. La invención de sabores innovadores y la creación de franquicias internacionales hicieron del helado uno de los postres más amados a nivel global.
El helado en la actualidad: Un mundo de opciones
Hoy en día, el helado es un negocio multimillonario, con una variedad infinita de sabores, desde los clásicos de vainilla y chocolate hasta combinaciones exóticas como aguacate, lavanda, o wasabi. La creciente demanda de opciones saludables ha impulsado el desarrollo de helados sin lactosa, veganos y bajos en azúcar.
Con un legado que abarca más de dos mil años, el helado ha evolucionado desde sus humildes comienzos hasta convertirse en una delicia universal, adaptable a gustos y culturas de todo el mundo. Aunque los ingredientes y las técnicas han cambiado, el placer de disfrutar de un helado fresco en un día caluroso sigue siendo una experiencia que trasciende fronteras y generaciones.