El melanoma es un tipo de cáncer de piel que puede desarrollarse a partir de un lunar preexistente o de células normales de la piel. Este tipo de cáncer se asocia principalmente con la exposición excesiva a la radiación ultravioleta (UV) del sol o camas de bronceado, antecedentes familiares de la enfermedad, piel clara y la presencia de muchos lunares. Es crucial tener conciencia de estos factores de riesgo y tomar medidas de protección solar adecuadas para prevenir la aparición del melanoma.
La detección temprana del melanoma es fundamental para mejorar el pronóstico y aumentar las tasas de supervivencia. Algunos signos de advertencia a los que se debe prestar atención incluyen cambios en la forma, tamaño o color de los lunares existentes, la aparición de nuevos lunares o lesiones cutáneas anormales, así como picazón, sangrado o ulceración de la piel. Realizar autoexploraciones regulares de la piel y consultar a un dermatólogo ante cualquier sospecha son medidas importantes para identificar de manera temprana posibles casos de melanoma.
El diagnóstico del melanoma se realiza mediante una biopsia de la lesión sospechosa, que se analiza en un laboratorio para determinar si las células son cancerosas. La clasificación del melanoma se basa en varios factores, como el grosor tumoral, la invasión en profundidad y la presencia de metástasis. Estos datos son fundamentales para determinar el estadio de la enfermedad y planificar el tratamiento adecuado.
El tratamiento del melanoma depende del estadio en el que se encuentre la enfermedad. Las opciones de tratamiento pueden incluir cirugía para extirpar el tumor primario, inmunoterapia, terapia dirigida, quimioterapia y radioterapia. En los últimos años, los avances en la inmunoterapia y la terapia dirigida han revolucionado el tratamiento del melanoma metastásico, mejorando significativamente las tasas de supervivencia y brindando esperanza a los pacientes.