En la noche de este miércoles falleció en Jarabacoa Fernando Peña Defilló, insigne y muy querido artista, que nació en Santo Domingo en el 1926.
Peña Defilló finalmente descansa luego de un sigiloso quebranto que lo mantenía en frágil estado de salud desde hace varios meses.
Lo tendremos siempre muy cerca con nosotros, gracias a su inconfundible, fuerte y hermosa pintura, tesoro patrimonial del arte dominicano, y a sus valiosos escritos críticos. Papo Peña, como le llamaban cariñosamente, era un humanista de vastos conocimientos y profundas inquietudes sociales e intelectuales.
Desde su regreso de Europa en 1963, donde se perfeccionó profesionalmente y residió durante más de una década, Peña Defilló prácticamente no se ausentó de la República Dominicana, instalado en Santo Domingo hasta su partida definitiva a Jarabacoa. Allí, él vivió sus últimos 25 años y siguió pintando, prácticamente hasta sus últimos días.
En el 2010, el Ministerio de Cultura de la República le otorgó el Premio Nacional de Artes Plásticas, y en el 2015 le fue dedicada la 28 Bienal Nacional de Artes Visuales de Santo Domingo, un tributo que se agregó a numerosos reconocimientos, distinciones y premiaciones.
El pasado año, se inauguró el Museo Fernando Peña Defilló en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, una iniciativa compartida entre el maestro y su familia, creada a partir de la Fundación Fernando Peña Defilló con el objetivo principal de dar a conocer la obra de un creador excepcional, quien, a lo largo de más de sesenta y cinco años de arduo trabajo, deja un legado pictórico inmenso, el cual se centra en la cultura dominicana, temática que él investigó y expresó continuamente.
El deceso de Fernando Peña Defilló, que se suma a fallecimientos recientes de otros artistas magistrales dominicanos, nos causa un hondo pesar, y la visita al Museo Fernando Peña Defilló constituirá un permanente homenaje a una gloria de la pintura y a un ser humano excepcional.