17 de mayo: Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia.
Más de cuatro de cada cinco jóvenes trans se han autolesionado, al igual que tres de cada cinco jóvenes lesbianas, gais y bisexuales que no son trans.
«La orientación sexual distinta a la de la mayoría continúa sin aceptarse con normalidad en muchos colegios. Según un estudio de Stonewall, la organización benéfica para la igualdad de personas lesbianas, gais, bisexuales y transgénero (LGBT) del Reino Unido, la mitad de los alumnos LGBT escuchan insultos homófobos «con frecuencia» o «a menudo» en la escuela, algo que, en opinión de los expertos, es preocupante por ser un reflejo de lo que está sucediendo en la sociedad. «Se puede oír un ‘maricón’ en un patio de colegio sin que el destinatario en ningún momento pueda ser homosexual, sencillamente porque no puede estar definida su orientación sexual todavía. Y se sigue diciendo de forma intencionada en edades adolescentes en cuanto se observan conductas que pueden sugerir una orientación homosexual», indica Sylvie Pérez, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Entre las consecuencias negativas de esos insultos, pueden llegar a encontrarse dificultades en relación con la salud mental. Como explica Adrián Montesano, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, «escuchar estos insultos a corto plazo puede tener como consecuencia la experiencia de exclusión, de marginalización y de estigmatización con respecto a su grupo de iguales, y eso es algo que genera un malestar significativo».
Más a largo plazo, hay otra consecuencia incluso más grave: la interiorización de la homofobia. «En ese sentido, ya no es necesario el estímulo de fuera, el rechazo, sino que se incorpora como un relato más con el que uno mismo convive, lo que puede conllevar otros problemas a la hora de aceptar la orientación sexual: cómo se desarrolla la identidad personal, dilemas internos en relación con la salida del armario en diferentes grupos sociales, familia, etcétera. Una serie de cuestiones que pueden tener consecuencias en la salud mental», indica.
Una muestra de ello es que, según el citado estudio, más de cuatro de cada cinco jóvenes trans se han autolesionado, al igual que tres de cada cinco jóvenes lesbianas, gais y bisexuales, algo que los expertos relacionan con un sentido de autodesprecio que se genera tras un rechazo del entorno. «No es extraño que esto pase cuando los discursos sociales heteronormativos oprimen la libertad individual y la diversidad en la expresión sexual y de género, aunque autolesionarse no es un mecanismo que ocurra exclusivamente en la comunidad LGTBI», explica Montesano.
Menos homofobia en el futuro
A pesar de esta realidad, los expertos creen que se están dando pasos para que la diversidad se abrace con normalidad desde la infancia. Y así lo reflejan los datos. El estudio de Stonewall señala que hace diez años la proporción de alumnos LGBT que escuchaban insultos homófobos en el colegio era mayor: en 2012, eran siete de cada diez escolares quienes se encontraban en esta situación.
En opinión del profesor de la UOC, ahora estamos en un momento de multiplicidad de relatos, algunos más inclusivos y otros más heteronormativos o discriminatorios. «Desde una perspectiva histórica, no hay que perder de vista que hemos avanzado mucho en este terreno por dos motivos: primero, porque ahora estos datos pueden convertirse en noticia, cuando antes no serían algo noticiable, y segundo, porque en algunos contextos la diversidad está más normalizada; incluso puede darse el caso de que lo mainstream no sea ser heteronormativo, sobre todo en la etapa de la adolescencia, en la que la exploración de la identidad es una de las tareas vitales más significativas. Hoy en día vivimos más que nunca en un multiverso y en un multidiscurso, con ambas polaridades incluidas».
Es el escenario que exponen estudios como el realizado por COGAM hace dos años, que señala que el 89 % del alumnado se muestra «nada de acuerdo con que la orientación afectivo-sexual deba ser ocultada», o que el 89 % de la población percibe a las familias homoparentales tan válidas como las demás familias. En ello ha podido influir que cada vez haya más modelos en la sociedad de éxito profesional y personal de personas que se declaran abiertamente LGTBI. Pero, sobre todo, es importante el papel de los profesores en las escuelas, clave para evitar situaciones discriminatorias derivadas de la condición sexual de cada uno.
«Por un lado, son autoridades del discurso. Los niños, niñas y adolescentes entienden a los adultos que tienen como referencia, como los profesores, como personas que legitiman o deslegitiman ciertos tipos de discursos. Además, creo que un papel coercitivo, de negación o de castigo, en cualquiera de los dos sentidos, no ayuda, sino que genera más problemática. Los adultos tienen que ser capaces de ser lo más inclusivos posible, de contraponer, hacer reflexionar y, sobre todo, argumentar», señala Montesano, que explica que no se trata de decir lo que es válido o no, sino de argumentar y, a partir de esa argumentación, legitimar o deslegitimar ciertos tipos de discursos.
«En la ética de las relaciones sexuales y amorosas nada podemos decir que es totalmente cierto; por eso no se trata de adoctrinar, sino de argumentar. El adulto debe tener la madurez necesaria para que, independientemente de su condición, orientación u opinión personal, sea capaz de abrazar esta diversidad argumental de la mejor manera posible y no ser cómplice, ni por acción ni por omisión, del discurso o el relato dominante homófobo o tránsfobo».
También desde casa pueden combatirse las reacciones homófobas. Como explica Sylvie Pérez, no se trata de dar una charla a los hijos, sino de «reflexionar sobre ello de forma muy íntima con uno mismo, para saber hasta qué punto de verdad respetamos a los demás sin juzgar su condición sexual. Es necesario que podamos exponer con sinceridad las dudas que tengamos y podamos formarnos, leer, pedir información, etcétera, para evitar caer en una perpetuación de esta discriminación», indica. Además, es imprescindible generar espacios de comunicación con los hijos de forma natural y adecuada a cada edad, añade la experta.
Una forma de hacerlo es, por ejemplo, usando los protagonistas LGTBI de series o películas como excusa para poder hablar acerca de la diversidad sexual. O asistir a eventos o contribuir con asociaciones a favor de la igualdad de personas lesbianas, gais, bisexuales y transgénero. «Lo importante es visibilizar y legitimar cualquier forma de amar posible hoy día, que son muchas. Nunca antes en la historia ha habido tantas formas socialmente visibilizadas posibles de amarse», recuerda Montesano.
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