Por Jorge Casado
Santo Domingo.- A menos de una esquina se divisa una isla de cosas viejas o reciclables. También podría parecer un pequeño espacio de «pulga» donde aparecen cosas inimaginables para su venta barata. Mejor es llegar y convencerse por sí mismo.
En medio de todo, que resulta curioso, José Gabriel Méndez Núñez, de más de 40 años, no emite palabras y sólo observa que lo están fotografiando.
La cámara no lo intimida, sonríe y permite que lo capten en todos los ángulos de un espacio que hace suyo imprimiendo su sello particular que no deja de ser artístico-urbano.
Se localiza en los predios de la Churchill, entre la 27 y la Bolívar y casi frente al Ministerio de la Juventud, en la ciudad de Santo Domingo.
Paraguas y sombrillas viejas y otras reparadas a bajo costo, cigarrillos al detalle y té o café hasta agotar existencia, son la base de su punto de negocio diario, que abre al público de 6:00 de la mañana a 6:00 de la tarde.
Siempre se localiza en la misma zona, porque recibe una módica remuneración económica por cuidar una residencia cuyos dueños viven New York.
Su conversación es lógica y fluida, aunque lo cobija un sombrero de cartón marrón que muchos pensarían, sólo un discapacitado mental se lo pondría.
Méndez Núñez, con residencia en el sector El Abanico de Herrera, cuenta que lleva más de 8 años en el lugar de trabajo tratando de sobrevivir honradamente con lo poco que consigue para ayudar también a parte de su familia.
Así dice hacerlo para vivir tranquilo y darle el mejor de los ejemplos a sus hijos. A la sociedad, con su honradez ya le hace buen aporte.
A la ciudad, ya la protegió tapando un hoyo que le quedaba próximo, con recortes de madera y otros materiales pintados de aluminio, simulando un performance, pero que puede salvar una vida.