En un país donde la memoria suele ser frágil y el homenaje llega tarde, resulta esperanzador que aún existan espacios como la Galería 360, donde la vida y obra de grandes dominicanos se celebran con dignidad. Tal es el caso del tributo a José Ignacio Morales, mejor conocido como “El Artístico”, cuyo legado fue exaltado con una exposición que trasciende lo estético para convertirse en un manifiesto de identidad, humanidad y compromiso social.
Morales no fue un simple escultor ni un mero trabajador del metal. Fue un visionario que comprendió que el arte no solo embellece los espacios, sino que también puede transformar conciencias, abrir caminos y forjar destinos. Su obra, compuesta de monumentos que hoy ornamentan plazas y parques del país, es también el testimonio tangible de un espíritu solidario que puso su talento al servicio de la comunidad, especialmente de la juventud.

El homenaje, celebrado en el contexto de su natalicio, no fue un acto vacío ni una simple postal nostálgica. Fue una celebración viva de lo que significa el arte con propósito. Su hija, Yaina Morales, conmovió al público al recordar a su padre como un sembrador de oportunidades, un artesano de esperanzas. Sus palabras no fueron solo un tributo filial, sino también un llamado a preservar y proyectar los valores de una generación que creyó en el trabajo honesto, la creatividad comprometida y la responsabilidad social.
Quizás el momento más revelador fue el testimonio de Aria, un joven de apenas 11 años, quien encontró en Morales no solo a un mentor, sino a un ser humano dispuesto a tender la mano sin prejuicios. Ese gesto resume la grandeza de “El Artístico”: un hombre que no solo moldeó el hierro, sino también el destino de muchos.
La muestra, que estará abierta al público hasta el 30 de mayo, incluye esculturas, murales, piezas monumentales y reseñas históricas que permiten comprender la magnitud de su impacto. Pero más allá de lo visual, esta exposición es una invitación a reflexionar sobre el rol del artista como agente de cambio y del arte como herramienta de transformación social.
En tiempos de superficialidad, donde el espectáculo suele opacar la sustancia, el legado de José Ignacio Morales nos recuerda que la verdadera grandeza está en servir, en crear con sentido, en dejar huella sin ruido. Ojalá este homenaje no sea un punto final, sino un punto de partida para rescatar del olvido a quienes, como él, hicieron del arte un acto de amor por su país.