La celebración de la Resurrección, conocida como Domingo de Pascua, no solo marca el final de la Semana Santa, sino que constituye el corazón del cristianismo. Según las Sagradas Escrituras, Jesús, crucificado el Viernes Santo, venció a la muerte al resucitar al tercer día. Este hecho, narrado en los Evangelios, confirma su divinidad y el cumplimiento de las promesas hechas por Dios en el Antiguo Testamento.
«Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe», escribió el apóstol Pablo en su carta a los Corintios, destacando la importancia central de este acontecimiento para los creyentes.

Un mensaje de esperanza y redención
Para los cristianos, la resurrección no es solo un recuerdo histórico. Es una experiencia espiritual continua, que renueva la fe en la vida eterna, fortalece la esperanza en medio de la adversidad y reafirma el poder transformador del amor de Dios. Creer en la resurrección significa confiar en que, así como Cristo venció la muerte, sus seguidores también están llamados a una vida nueva, tanto en el presente como en el más allá.
En palabras del teólogo dominicano Fray Luis Rosario:
“La resurrección es la base de una fe que no se conforma con lo terrenal. Nos impulsa a vivir con propósito, con alegría y con la certeza de que el sufrimiento no es la última palabra.”
Unidad y celebración entre las comunidades de fe
Durante el Domingo de Resurrección, las iglesias se llenan de cánticos, flores blancas y vestiduras luminosas que contrastan con la sobriedad del Viernes Santo. Es una fiesta que celebra la vida y el triunfo del bien, y que invita a la renovación espiritual, el perdón y la reconciliación.
En muchas comunidades, la Pascua también es ocasión para reflexionar sobre la misión del cristiano: ser testigo del amor de Cristo en el mundo, promoviendo la paz, la justicia y la solidaridad, especialmente con los más necesitados.
Un mensaje universal
Aunque profundamente arraigado en la fe cristiana, el mensaje de la resurrección trasciende credos y culturas. Habla de renovación, de la posibilidad de renacer desde la adversidad, y de construir esperanza incluso en tiempos oscuros. En un mundo marcado por guerras, crisis y divisiones, el mensaje pascual cobra especial relevancia: la vida puede más que la muerte, y el amor más que el odio.
En este Domingo de Resurrección, los cristianos no solo celebran un milagro ocurrido hace más de dos mil años. Renovados por su fe, se levantan para ser luz en el mundo, como testigos de la promesa que Jesús hizo realidad: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25).