La presencia de niños y niñas de nuestras sociedades en imágenes indecorosas colgadas en las redes sociales, debe ser un motivo de reflexión para cada uno de nosotros. Y es que hay una degeneración marcada por el morbo y el interés de burlarse de las desgracias ajenas sin pensar en las consecuencias a futuro.
Nada más divertido que ver los videos de las travesuras, risas, juegos y ocurrencias de los inocentes, muchas de ellas colgadas por los mismos padres. Pero de ahí a publicar imágenes o videos desgarradores que involucran a menores de edad, debería ser censurado y denunciado por los usuarios de las redes.
El hecho de compartir imágenes en las que los niños realizan actos inadecuados, escenas de sexo o que inciten a la violencia, nos hace cómplices y partícipes indirectos de esos hechos.
No es justo para ningún niño o niña en el mundo, tener acceso a estas imágenes, y mucho menos a ser protagonistas de las mismas.
Uno de los casos más recientes es la imagen subida a Facebook, de un padre con su bebé recién nacido en los brazos, quien coloca en la boca del infante una botella de cerveza. También está el vídeo en el que, se muestra una entrevista a una mujer, «en toalla», delante de su niña de no más de cinco años, y ante la cámara, comenta sin decoro los 4 «Polvos» que disfrutó la noche anterior con su marido, lo peor de todo, en la misma cama que comparte con su hija, que según ella estuvo dormida durante el agitado encuentro sexual.
En el vídeo se escuchan palabras impronunciables, vomitadas delante de la infante, que me llenaron de ira e impotencia. Y es que esta niña y cualquier otra tiene derecho a crecer en un ambiente que le permita un sano desarrollo.
Como padres y ciudadanos consientes, debemos de velar por el sano desarrollo emocional, psicológico, social y sexual de nuestros hijos, por lo tanto, pensar en que las imágenes indecorosas que vemos y compartimos por las redes sociales, pueden llegar en algún momento a manos de nuestros hijos.
Obliguémonos a evitar convertirnos en seres humanos carentes de pudor, multiplicadores del irrespeto, la desgracia y otros males sociales que podrían convertirse en algo normal ante los ojos de las futuras generaciones.
Así como la tecnología, y las redes sociales experimentan un ascendente y acelerado desarrollo, las normas en el uso de estas herramientas, también debe experimentar cambios, de cara al respeto a los derechos humanos y sobre todo a salvaguardar los derechos de los niños, niñas y adolescentes.