La 40ª edición de los Premios Soberano no solo fue una noche de celebración artística, sino también un escenario donde la fe y la belleza se encontraron en la figura de Lisbeth Fernández, la primera mujer cristiana en presentarse a Miss Universe Cuba.
La pre-candidata cautivó a todos con su elegante presencia, luciendo un deslumbrante vestido diseñado por la directora de RD Fashion Week, Melkis Díaz.
Fernández, quien se ha formado en Diseño de Interiores en la Universidad de Miami y en Teología en el Seminario Bautista de Nueva Orleans, ha forjado una carrera destacada, colaborando con prestigiosas marcas como Christian Dior, Bottega Veneta, Disney, Starbucks, Mango, Neiman Marcus y Macy’s. Sin embargo, su propósito va más allá de la estética: busca utilizar las plataformas de belleza para transmitir un mensaje de fe y transformación.

“La comunidad cristiana es la más grande del mundo, con más de dos billones de creyentes, y hasta hoy no se ha levantado una mujer que quiera ser la voz de toda esta comunidad ante esta plataforma universal. Mi meta es ser la reina que rompió el prejuicio de que la religión y la belleza no van de la mano”, expresó Fernández durante la gala.
Su misión es clara: representar no solo a Cuba, sino también a la comunidad cristiana global, rompiendo paradigmas y llevando un mensaje de espiritualidad y empoderamiento personal.

“Creo que la forma de poder sobrepasar las fronteras nacionales de mi isla es con la fe que me caracteriza”, añadió, destacando que la belleza puede ser un vehículo para la inspiración y el cambio.
Fernández también ha ganado notoriedad como conferencista, alentando a las personas a romper esquemas mentales y encontrar la transformación personal a través de la fe. Su discurso gira en torno a la conexión entre el interior y el exterior, promoviendo un crecimiento espiritual que se refleje en la proyección personal.
En esta edición de los Premios Soberano, Lisbeth Fernández no solo deslumbró con su elegancia, sino que dejó una huella profunda con su mensaje de esperanza y cambio, reafirmando que la fe y la belleza pueden caminar de la mano en los escenarios más prestigiosos del mundo.