El cine de excelencia tiene en la honestidad que evita las trampas del sensacionalismo, su principal carta de triunfo, una que puede obviar, por necesidad o vocación independiente, los presupuestos millonarios. Luz de luna es el punto preciso que lo logra.
José Rafael Sosa
Moonlight, muy alejada del panfleto elegebeté y el sensacionalismo fílmico de las “sombras innombrables” y claramente desvinculada de la política doméstica norteamericana que encandilan todavía por sus resultados sorpresivos y lamentables, ganó el Oscar a Mejor Película por ser una sincera y bien lograda crónica sobre sentimientos humanos, expresión pura de un cine del cual logran su mejor expresión los recursos de la industria, a pesar de su modestísimo presupuesto de un millón 500 mil dólares.
Su triunfo ante el criterio de una academia del cine que no ha favorecido cintas del sentir LGBT, se debe a su honestidad, en el trato, a su ritmo pausado y metódico, a su guión estructurado a partir de la novela In Moonlight Black Boys Look Blue de Tarell Alvin McCraney, responsabilidad del director Barry Jenkins, al dejo casi documental de sus oleadas visuales y a la subversión de los estereotipos que solemos recibir cuando nos cuentan de un grupo de personas en un determinado barrio marginado.
Su éxito es burlarse de la truculencia, de la morbosidad previsible de los instintos y tendencias sexuales y orientarse hacia una suite audiovisual sobre los sentimientos y condiciones humanas, sobre la maldad y la autenticidad ultima del ser, sobre la violencia y la lucha por una existencia en armonía.
Tras verla en sala 5 de Fine Arts, nos quedó esa dulce impresión gratificante que produce en cine realizado con criterio y sensibilidad.
La producción independiente norteamericana, que se exhibe actualmente en la sala 5 de Fine Art´s, sigue el rastro vital de Chiron, es un joven afroamericano acosado en la escuela, que vacila entre el miedo al ambiente viciado que le rodea y su definición sexual, a lo que se suma una desintegración familiar, a partir de una madre adicta soltera, innecesariamente sobreactuada, que retrata una de esas realidades tan escasamente presentadas en el esquema del “american dreams”.
La cinta marca un ritmo preciso, no se precipita, no devela y en oleadas sucesivas, tres etapas distintas de la vida del protagonista.
En el elenco, conformado por actores afroamericanos, se destaca Maherhala Alí, de (Juan), por la ambivalencia ética entre su rol paternal y de jefe de micro tráfico, destacado al punto de haber logrado uno de los tres Oscares que ganó el filme.