La final femenina del US Open 2020 ya tiene a sus protagonistas: por un lado, Naomi Osaka, la arrolladora figura de la nueva generación, que a los 22 años buscará su tercera corona de Grand Slam y la segunda en Nueva York; por el otro, la renacida Victoria Azarenka, que también va por un tercer título grande, pero en su caso, después de siete años de espera.
En las semifinales, Osaka necesitó esforzarse para doblegar a la estadounidense Jennifer Brady por 7-6 (7-1), 3-6 y 6-3. Así, la japonesa vuelve a la definición del certamen que obtuvo hace dos temporadas. En el segundo turno, Azarenka derrotó a Serena Williams por 1-6, 6-3 y 6-3, y postergó una vez más el sueño de la menor de las Williams de llegar a los 24 títulos grandes.
De este modo, Osaka y Azarenka conformarán el sábado por la tarde -desde las 17 de nuestro país- una final inédita en Grand Slams. La japonesa se consagró en Nueva York en 2018, cuando superó a Serena en una final marcada por el escándalo desatado por la estadounidense; luego obtuvo el Abierto de Australia 2019, por lo que está 2-0 en finales grandes. Curiosamente, Vika también fue vencedora en Melbourne, pero en 2012 y 2013; en esos mismos años llegó también a la final del Abierto estadounidense, pero cayó en ambas definiciones.
Así, el US Open verá también la final frustrada hace dos semanas: Osaka y Azarenka habían llegado a la definición del torneo de Cincinnati -que también se disputó en Nueva York-, pero la japonesa se retiró antes de jugar por una lesión. Será el cuarto cotejo entre ambas: la bielorrusa ganó el primer duelo entre ambas en 2016, mientras que Osaka se impuso en los cruces de Roma 2018 y Roland Garros 2019.
En la segunda semifinal, Serena comenzó en mejor forma, pero a partir del segundo parcial comenzó a tener dificultades para mantener el ritmo, ante una Azarenka que tardó en entrar al partido, pero consiguió enfocarse a tiempo para extender la definición; redujo los errores no forzados de 10 en el primer set a sólo 1 en el segundo. Y en el comienzo del tercer set, la ilusión de Williams sufrió otro impacto al ir a buscar un golpe sobre el fondo de la cancha; de pronto, se quedó inmóvil, se sujetó el tobillo izquierdo y pidió la ayuda de una kinesióloga.
Azarenka mantuvo la paciencia y el control, y pronto consiguió el quiebre que necesitaba para terminar de encarrilar el encuentro de su lado, y llegar a la final de un major, algo que no conseguía desde 2013. “¿Siete años pasaron desde la anterior final? Ese es mi número favorito. Supongo que debía ser así. Estoy muy agradecida por esta oportunidad.Estoy muy contenta por haberle dado la vuelta a esto, porque no era nada fácil”, dijo la bielorrusa, que venció por primera vez a Williams en un Grand Slam, después de diez derrotas en este tipo de torneos ante la estadounidense.
La derrota dejó a Williams otra vez en el umbral de ese escurridizo 24° cetro. Consiguió el 23° en Australia 2017, cuando ya estaba embarazada de su hija Olympia. Volvió al circuito 14 meses después, pero desde entonces cayó en cuatro finales grandes: Wimbledon 2018 y 2019, y el US Open en los mismos años. Este año, antes de alcanzar las semifinales en Flushing Meadows, había perdido temprano en Australia, con una derrota en la tercera rueda.
“Empecé muy bien, con mucha fuerza, pero ella siguió luchando y comenzó a jugar cada vez mejor. Es una enorme frustración, pero también siento que lo di todo. También cometí muchos errores, demasiados (28). Lo del tercer set fue algo en el tendón de Aquiles, me tiró un poco, pero nada grave”, comentó Serena, que buscará una nueva oportunidad en tres semanas, cuando empiece Roland Garros, acaso el . Para entonces, Williams ya habrá cumplido 39 años. No se puede soslayar su tenacidad y capacidad competitiva, pero ¿cuántas oportunidades más tendrá para alcanzar el esquivo 24° Grand Slam y el récord de Margaret Court?
El sábado, Azarenka se medirá con Osaka en un interesante choque generacional entre dos tenistas que han ganado títulos grandes y han llegado a lo más alto; además, ambas han sido las mejores en el mes que transcurrió desde que se jugó la serie estadounidense sobre cemento, con ambas como finalistas en suelo neoyorquino.
Azarenka, a los 31 años, está viviendo un fantástico renacimiento posterior a su maternidad, a la que atribuye una actitud que le permite por primera vez del tenis. Interrumpió su carrera en 2016 para dar a luz, y luego estuvo mucho tiempo fuera del tour a causa de una disputa por la tenencia de su hijo Leo. “Me gusta inspirar a las mujeres a ir tras sus sueños. Ser madre es lo más importante para mí, pero también soy una luchadora en la pista y ha trabajado duro para ir por mis propios sueños”.
“Esto significa mucho para mí. Nueva York es mi segunda casa”, expresó Osaka, que vive en los Estados Unidos desde que era muy pequeña. “Me encanta el ambiente, pese a que no hay gente aquí. Creo que esta cancha me sienta muy bien”, agregó la número 9 del mundo, que a lo largo del torneo ha realizado varios gestos de activismo contra el racismo, al mostrarse con tapabocas con nombres de víctimas de la violencia policial en los Estados Unidos.
La japonesa, que se impuso en un partido muy parejo ante la sorprendente Brady, cumplió con el objetivo de llegar a la final para enseñar las siete mascarillas que trajo con nombres de víctimas. En la semifinal, reivindicó a Philando Castile, un automovilista afroestadounidense muerto a tiros durante un control policial ante los ojos de su novia y una niña hace cuatro años, en Minnesota. Esos gestos de activismo, tal como el que ejerció en Cincinnati, no le restaron la capacidad de enfocarse en busca de una nueva conquista grande, que tiene ahí nomás, a solamente un paso.