Eres adicto al esfuerzo inútil: El 80% de tus ingresos viene del 20% de tus acciones, pero tu mente subconsciente te mantiene ocupado en lo que no es rentable. Crees que el dinero solo llega con sacrificio y horas interminables de trabajo, pero estás atrapado en un ciclo que no te deja crecer.
Eres el cuello de botella de tu propio negocio: Porque mientras sigas creyendo que “si no lo hago yo, no quedará bien”, verás delegar como un gasto y no como una inversión. Sin embargo, contratar a alguien puede ser 10 veces más rentable que ahorrarte un sueldo, pero te cuesta soltar el control.
Te prostituyes. Sé que suena fuerte, pero eso es exactamente lo que haces cuando cobras barato por miedo a que nadie pague más. Atraes clientes que regatean y refuerzas la creencia de que «no eres suficiente». Además, te aterra exponerte, ves las ventas como algo molesto y temes el rechazo, lo que limita tus oportunidades.
El éxito te asusta más que el fracaso. Inconscientemente te quedas donde estás porque te aterra no ser capaz de manejar lo que viene con más éxito, más ventas, más clientes… más dinero.
No te amas. Quien trabaja hasta el agotamiento, no respeta sus límites ni sus necesidades. En el fondo cree, “yo no soy tan importante”. La trampa es que la abundancia no llega a quien no se ama, porque quien no se ama, se auto destruye, no se siente merecedor, y no se permite recibir.
Esto es una realidad: Hay miles de personas allá afuera ganando 10 veces más que tú, trabajando menos horas que tú. ¿Cuál es la diferencia?