Un tesoro indescubierto que justifica cada uno de sus diez premios en festivales, Cannes incluido. Actuaciones, fotografía, montaje y música que ratifican la fuerte marca cinematográfica argentina. Está en Fine Art´s y poca gente se ha dado cuenta.
José Rafael Sosa
Paulina (Santiago Mitre) es un mosaico ejemplar de excelencia en cine en su provocador y desconcertante concepto, su manejo de la luz, su universo sonoro, su edición, sus escenas secuencia, sobre todo la final, y su acertado criterio de selección de sus intérpretes, que establecen de cómo el arte es capaz de exponer posturas inusuales ante conflictos que cuentan con reacciones esperadas.
La segunda obra de Mitre, quien dejó ver con su ópera prima El Estudiante (2011) y que le abrió de par en par las puertas del cine de arte y autor en Argentina, es una de esas producciones que hilan denuncia y el compromiso social, la conciencia de ser mujer, la redacción inesperada ante una violación y el cuestionamiento al aparato policial-judicial por su sello indudable de clase no se limita a exponer y detallar un tema desgarrante, para afilar su una fina carga de desconcierto
por las acciones excede lo que puede esperarse de una producción escrita, sentida y actuada con talento, agudísima perspectiva femenina enfrentando esquemas de modo inusual.
El director envuelve al espectador con el uso de planos temporales paralelos, repitiendo una misma escena desde diversos enfoques, para lograr un estilo de autor, que confiere una atmósfera estética singular, propia de un estilo que procura nuevas expresiones en pantalla.
Paulina radica su éxito en el guión de Mitre, que replantea los criterios de su antecesora La Patola (Daniel Tinayre, 1960) protagonizada por la diva argentina Mirtha Legrand, la intensidad de sus diálogos desarrollados por la fuerza de Dolores Fonzi, y Oscar Martínez, que nos satisfizo antes y a rabiar en Relatos Salvajes (Damián Szifrón, 2015), su portentoso uso de la luz y la colorización elaborada de sus escenas, la belleza enigmática de la Fonzi y la fuerza actoral de sus papeles de soporte. La musicalización es exquisita y rica en sus matices.
Mitre ofrece una entrega de cine de autor, capaz de agradar a los jurados de festivales y con potencialidad para haber vendido cerca de 200 mil entradas en Argentina. Un director joven que tiene claro su visión, de ahí su tratamiento distante del hecho crucial de toda la trama para concentrarse en las posturas que derivan del mismo,
La estructurada pieza de cine se elaboró con toda intención de conquistar la crítica y los lauros de los festivales más trascendentes, en los cuales ha dejado su marca en los circuitos de exposición del cine internacional:
- Premio Semana de la Crítica Cannes.
- Premio Fipresci.
- Festival de Lima, Mejor Guion.
- Festival de Biarritz, Mejor actriz.
- Festival de Santiago, Mejor Actriz
- Festival de San Sebastián: Mejor película en las secciones Horizontes Latinos, EZAE de la Juventud y Otra Mirada,
- Festival de Chicago, Mejor Película, Hugo de Plata
- Premios Sur (Argentina), Mejor Actriz.
Exhibida en Fine Art´s de Novo Centro, la cinta no ha sido descubierta por el exigente gusto de la cinefilia criolla. Más gente debería disfrutarla.
Cuando el cine rompe las expectativas que se esperan de su discurso y estructura, cuando ratifica que su papel, más que la admiración y la reflexión, es la provocación que rompe parámetros, cuando la propuesta fílmica desconcierta, entonces ha cumplido con la encomienda de mostrar la fuerza de una marca nacional que deja ver la fortaleza de la industria latinoamericana.
Santiago Mitre es un nombre que debe ser considerado ya en el universo del maestro Luis Puenzo (La historia oficial), Juan Jose Campanella (El Secreto de sus ojos) y Zsifrón (Relatos Salvajes), en tanto es continuador de una tradición cinematográfica que ha logrado una diferenciación que le confiere universalidad y permanencia.