La muerte de uno de los padres puede ser una experiencia devastadora para cualquier niño, y un nuevo estudio sugiere que podría aumentar el riesgo de suicidio de una persona incluso en la adultez avanzada.
Unos investigadores daneses observaron los resultados a largo plazo de más de 189,000 niños escandinavos que habían experimentado la muerte de uno de sus padres antes de cumplir los 18 años de edad, y los compararon con los datos de casi dos millones de niños cuyos padres seguían con vida. Se siguió a ambos grupos durante hasta 40 años.
Aunque el riesgo general de suicidio fue muy bajo en ambos grupos, el riesgo relativo de suicidio de las personas que habían perdido a uno de sus padres en la niñez fue el doble de los que no: el 0.14 por ciento frente al 0.07 por ciento, respectivamente.
Los chicos parecían estar más afectados que las chicas, encontró el estudio. En un periodo de 25 años, el riesgo de suicidio fue de 4 por cada mil personas entre los chicos que habían perdido a uno de sus padres en la niñez, y de 2 por cada mil personas entre las chicas que habían experimentado ese tipo de pérdida.
El riesgo de suicidio fue alto entre las personas cuyos padres o madres se habían suicidado, pero también fue alto entre aquellas cuyos padres o madres murieron por otras causas, según el estudio, que aparece en la edición en línea del 11 de noviembre de la revista JAMA Psychiatry.
Los investigadores, dirigidos por Mai-Britt Guldin de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, dijeron que sus hallazgos apuntan a la necesidad de intervenciones tempranas para aliviar el distrés de los niños y «reducir el riesgo de conducta suicida».
Según los investigadores, en los países occidentales, entre el 3 y el 4 por ciento de los niños experimentan la muerte de uno de sus padres, uno de los eventos infantiles más estresantes y potencialmente nocivos.
Un experto de EE. UU. que revisó los datos enfatizó que la tasa general de suicidio sigue siendo muy baja.
«En términos prácticos, perder a uno de los padres no significa que una persona esté condenada a [morir de] suicidio: es obvio, pero vale la pena decirlo», comentó el Dr. George Bonanno, profesor de psicología y educación de la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York. «Hay un riesgo más alto, pero el suicidio sigue siendo raro», dijo.
Bonanno también añadió que «las limitaciones del estudio son muy claras, como apuntan los autores: no sabemos con nada de precisión por qué la muerte temprana de uno de los padres aumenta el riesgo de suicidio. Hay algunas posibles explicaciones obvias, pero este estudio no puede evaluarlas».
El Dr. Matthew Lorber es director en funciones de psiquiatría infantil y adolescente del Hospital Lenox Hill, en la ciudad de Nueva York. Dijo que «aunque se necesita más investigación sobre este tema, está claro que debemos priorizar la consejería de duelo y la terapia de cualquier niño cuyo padre o madre haya muerto antes de que cumpla los 18 años, independientemente de la causa del fallecimiento».