Puede que suene extraño que casi finalizando el 2021 surja esta interrogante. Desde años inmemorables se ha creído que el color azul del mar se debe a la profundidad, sin embargo surgen nuevos indicios de que esta teoría es incorrecta.
Buscando dar respuesta a este fenomeno, miembros de la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional (NOAA) de Estados Unidos han establecido que esta idea es errónea. Según los expertos, el océano es azul porque refleja la luz solar.
Cuando el agua recibe los rayos del sol, absorben colores que tienen un espectro con longitud amplia, es decir, colores como el rojo, que tienen la mayor longitud. No obstante, también absorbe colores de un espectro más corto, como los violeta y ultravioleta.
Los científicos del NOAA declararon que el agua también puede reflejar otros colores como el verde. Esto sucede cuando hay otros objetos donde la luz pueda rebotar, como las algas de mar o el sedimento.
Mientras más profundo se hace el mar, el agua parece ser cada vez más azul. Lo que ocurre es que las moléculas del agua absorben primero la luz roja y ultravioleta, y después los colores amarillos, verdes y violetas. Según expertos de la NASA, la luz con menor absorción es la azul, la cual le da ese aspecto de profundidad al agua.
Porqué el agua del mar es salada?
Otra de las cuestionantes en torno al agua de los enigmáticos océanos, es por qué sus aguas son saladas. Esta característica se debe a la combinación de elementos que se acumulan en las rocas, dando origen al Cloruro de Sodio o sal común.
Según una información publicada en https://www.iagua.es/ durante millones de años los ríos han ido depositando en los océanos diferentes sales minerales procedentes de la erosión de las rocas. Con el tiempo, la acumulación de estos sedimentos ha provocado que las grandes masas de agua oceánicas alcancen un índice de concentración de sal o salinidad medio del 3,5%, es decir, 35 gramos de sal por cada litro de agua.
Los dos principales elementos contenidos en el agua de mar son el cloro (1,9%) y el sodio (1%) que, al combinarse, dan lugar al cloruro de sodio o sal común. Además de las corrientes de agua que desembocan en el mar, hay otros fenómenos que contribuyen a alimentar la salinidad, como los deshielos, la evaporación del agua, las erupciones volcánicas y las aberturas hidrotermales.