La retirada de la camiseta con el número 21 de Tim Duncan se produjo en una ceremonia marcada por el humor y los recuerdos. En San Antonio Spurs le echan mucho de menos y entre Gregg Popovich, Manu Ginóbili y Tony Parker acabaron con las existencias de pañuelos en la franquicia. Llorar su marcha ha sido una de las prácticas habituales desde que el ala-pívot anunció su retirada durante el verano pasado.
Todavía se siente su ausencia, porque el vacío que ha dejado es enorme. Sin ir más lejos, Ginóbili tiene innumerables momentos en su memoria junto al dos veces jugador más valioso de la NBA, aunque hubo uno que resaltó por encima de los demás en estos días de melancolía en la era post-Duncan.
La temporada 2005-06 fue un año de entre campeonatos. Los Spurs lograron un mejor balance durante la campaña (63-19) que en otras temporadas en las que salieron campeones. Era el cuarto año de Ginóbili en el equipo y el segundo en que ya se había ganado el puesto de titular indiscutible.
El trío ya funcionaba a la perfección y gracias a una media de 15.1 puntos por partido y 3.6 asistencias, fue fundamental para que el plantel se clasificara para playoffs. En primera ronda se midieron a Sacramento Kings, donde dejaron escapar dos partidos de seis antes pasar a las finales de conferencia, donde cayeron eliminados ante Dallas Mavericks.
En una de esas derrotas, Manu perdió un balón en un momento clave y los californianos acabaron sucumbiendo. El internacional argentino estaba destrozado. Fue a la habitación de su hotel sin mediar palabra con nadie y desconectó el celular. Quería estar aislado.
Entonces el teléfono de su cuarto comenzó a sonar. Lo desenchufó. Lo mismo sucedió con el del baño y ante tanta insistencia acabó descolgándolo.
“Qué”, espetó sin tacto alguno.
Al otro lado de la línea estaba Duncan, quien insistió en invitarle a cenar. El toma y daca fue constante. El uno extendiendo su invitación y el otro rechazándola.
“Estaba devastado y avergonzado por haber perdido la pelota de esa manera. Me hizo mucho daño. Quería desaparecer. Quería que se abriera un agujero en el suelo y esconderme para siempre”, confesó. “Él me insistió, me insistió y me insistió. No le puedes decir que no a Timmy y me invitó a cenar.
Durante horas hablaron sobre computadoras, autos, programas de televisión… Aquel encuentro sirvió para que Ginóbili escapara de la realidad durante toda la noche y le hizo pasar una noche que no hubiera tenido de haberse quedado encerrado en su habitación.
Las artes solidarias de Duncan eran sencillas y básicas, pero eficientes. Sabía cómo sacar del agujero a sus compañeros en los momentos más difíciles y tenía una consciencia cooperativa que le hacían más grande todavía. Es comprensible por qué se le echa tanto de menos en el equipo, porque además de un jugador único, también era un colega inmejorable.