Seis años después de haber comenzado a lustrar zapatos para ayudar a su familia, el dominicano Carlos Martínez estaba seguro de que había encontrado su misión en este mundo.
En aquel entonces tenía 12 años de edad y era uno de tres hermanos que compartían un pequeño cuarto en su hogar en Puerto Plata, República Dominicana, una casa que siempre parecía estar a punto de caerse con la próxima ráfaga de vientos. Otros miembros de la familia iban y venían, abarrotando todavía más el modesto hogar de los Martínez.
A Martínez le se lo podía ver casi siempre jugando Vitilla con un palo de escoba como bate y una tapa de botella como pelota en su barrio de la República Dominicana, aunque por aquellos días de preadolescente todavía no tenía idea de a dónde lo llevaría este deporte. Era sólo una forma de divertirse. ¿Un propósito en la vida? No. Eso lo encontró en la Iglesia Católica.
Martínez había sido invitado a un retiro organizado por la Iglesia diseñado para ayudar a niños de la localidad para determinar si les llamaba la atención emprender el camino hacia el sacerdocio. A Martínez le gustó la oportunidad de hacer algo bueno. Vio cómo la Iglesia hacía trabajo comunitario, repartiendo ropa, sacos de arroz y otro tipo de comida a los más necesitados.
Y aunque su familia era tan pobre que tenía que compartir un par de zapatos con su hermano, Martínez quería ser parte de esa misión.
«Ahí es cuando todo éste deseo de ayudar a la comunidad se sembró en mi corazón», dice ahora Martínez. «Simplemente me gustaba ser parte de eso».
Claro que los planes no siempre salen como se escriben. Después de cuatro años de cursos y estudios, Martínez encontró una traba cuando se inscribió en la preparatoria. No tenía una partida de nacimiento adecuada. Era el mismo problema que evitaría que firmase con los Medias Rojas de Boston un año después.
El costo de obtener los papeles necesarios era más de lo que su familia tenía, así que Martínez no tuvo más remedio que retirarse del programa. Fue entonces cuando empezó a tomar más en serio al béisbol.
El deporte, con el paso del tiempo, lo llevaría lejos de la República Dominicana y a la misma vez lo pondría en la pantalla de televisión de muchos. Con un repertorio de cuatro lanzamientos que ha llevado a que lo comparen con su compatriota y miembro del Salón de la Fama, Pedro Martínez, Carlos Ernesto Martínez se perfila como el futuro as de los Cardenales de San Luis.
Pero, aunque su camino haya cambiado, Martínez ha descubierto que aquello que tanto quería hacer cuando era un adolescente en Puerto Plata es lo mismo para lo que ahora tiene los recursos. Porque en el béisbol, el pitcher de 25 años encontró una plataforma con la que nunca soñó para poder ayudar a la gente. Y el impacto ha sido extraordinario.
«Lo veo como un joven adulto que está muy agradecido con lo que Dios le ha dado y con las habilidades que Dios ha puesto en sus manos para ayudar a su familia y ayudar a la comunidad», dijo el Teniente Noé Márquez del Departamento de Policía de Fairmont City (III). «Realmente pone a los demás primero».
Construyendo la fundación
Durante el mismo año en el que estaba emergiendo como una presencia permanente en la rotación de los Cardenales, Martínez creo una fundación benéfica que lo ayudaría alcanzar su meta de toda la vida: ayudar a niños necesitados. La nombró Tsunami Waves, en referencia al sobrenombre que lleva tatuado a lo largo de su brazo de lanzar.
El primer evento de la fundación fue en Fairmont City, un área ubicada al este de San Luis, al otro lado del río Mississippi. Tiene menos de 18 kilómetros cuadrados, pero allí vive el mayor porcentaje de latinos del área metropolitana de San Luis.
Marisa Díaz, que dejó su trabajo en el departamento de relaciones con la comunidad de los Cardenales para ser la directora del programa de comunidades y directora de eventos de Tsunami Waves, había organizado una clínica de béisbol. Martínez amaneció enfermo el día del evento, pero de cualquier manera Díaz le pidió que fuese.
«Tengo como 100 niños aquí emocionados porque van a poder compartir contigo», le explicó Díaz.
Martínez terminó pasando más de tres horas con los niños ese día.
«Cuando fui a Fairmont City, nunca pensé que, en Estados Unidos, y particularmente en San Luis podía haber tanta gente necesitada en la comunidad latina», recordó Martínez. «Fui allá y lo vi yo mismo, escuché las historias de niños sobre hogares rotos y familias que no podían proveer las cosas básicas. Me llegó al corazón».
«A partir de ese momento supe que él iba a hacer algo muy grande aquí en San Luis», indicó Díaz.
El trabajo de Martínez en Fairmont City ha continuado desde aquella clínica. El verano pasado se unió a la Liga Atlética de la Policía de Fairmont City para enseñar a niños pequeños a jugar golf. También organizó un juego de lanzamientos de arandelas, que deben entrar a un palo, que recaudó US$5,000 para obras caritativas.
Martínez ha visitado escuelas en el área y de alguna manera ha acercado a Fairmont City a San Luis donando entradas a los juegos para que sus habitantes puedan ver a los Cardenales en persona. Los ha incluido, además, en su torneo anual de boliche e invitó a miembros de la comunidad a jugar Vitilla en agosto en el centro de San Luis, la zona donde está ubicado el Busch Stadium.
Para muchos, esas excursiones han representado su primera visita al corazón de la ciudad.
«No hay muchos atletas profesionales latinos aquí en San Luis que hayan alcanzado ese nivel de éxito y que estos chicos puedan ver y tocar, alguien que puede caminar en sus vecindarios e interactuar como ellos como si fuesen amigos», dijo el Teniente Márquez, que trabaja en el centro recreativo de Fairmont City. «Y que él esté ayudando como lo está haciendo, el hecho de que su organización nos incluya en tantos eventos en San Luis, eso te demuestra que no es uno de esos atletas que viene un ratico a dar un discurso, se va y no lo vuelves a ver más. Él es ellos y ellos son él».
La situación es parecida en St. Cecilia School and Academy, cuyo campus está a 10 kilómetros al sur de Busch Stadium. De los 186 estudiantes inscritos en la escuela, alrededor de 80% viene de hogares hispanoparlantes.
Martínez se conectó con ellos a la primera, empezando con una visita que hizo en el 2015 para hablar en una asamblea. Durante el receso jugó pelota con los niños y desde entonces ha vuelto varias veces. El año pasado, fue el invitado especial durante una celebración por el Cinco de mayo, donde pasó toda la noche bailando salsa tras irse directo después de un juego de los Cardenales en Busch Stadium. También subastaron un par de camisas suyas para juntar dinero para la escuela.
«Estamos hablando de familias pobres y en desventaja, estudiantes que admiran a Carlos porque ven en él a alguien con quien pueden identificarse», dijo Toni Ponder, el director de desarrollos de la escuela. «Se dicen, ‘Yo también puede hacer esto. Yo puedo tener éxito’. Carlos realmente promueve la educación, que saquen buenas calificaciones y que luches por tus sueños, que nunca te rindas. Él tiene un mensaje muy poderoso para nuestros estudiantes».
Pero también ha habido un tipo de impacto más tangible. Martínez le dio a una familia una beca que cubrirá el costo de la matrícula de la escuela y a otra familia una invitación a un campamento de béisbol durante el verano. Ponder dijo que Martínez también le ofreció a cada estudiante y a sus familiares la oportunidad de ir a un juego de los Cardenales sin costo alguno. Lo hizo después de saber que la mayoría nunca había ido a un juego de pelota.
«Me recuerda a mi niñez y a las oportunidades que me gustaría haber tenido», dijo Martínez. «Quiero darle a la comunidad parte de lo que tengo, darles una oportunidad a otros niños. Quiero invertir en ellos para que mañana puedan ser alguien en la comunidad».
Ayudando en casa
Aunque Tsunami Waves nació en el área de San Luis, su trabajo también ha llegado a la República Dominicana.
Estas Navidad, Martínez repartió implementos de béisbol, juguetes y cestas con comida a los más necesitados de su comunidad. El mes que viene llevará a quienes asistan al Crucero de los Cardenales a su pueblo para que vean la alegría de los niños cuando reciban los guantes de béisbol que recogió durante esta temporada.
En ese evento, se espera que Martínez done más de 1,000 implementos de béisbol.
Por otra parte, Martínez se unió a sus compatriotas Nelson Cruz y Bartolo Colón a principios de diciembre para distribuir comida, agua y ropa a los más de 20.000 afectados por las inundaciones en Puerto Plata. Los Cardenales contribuyeron con una donación de US$10,000 a la fundación de su lanzador.
Esta fue siempre su misión, dice Martínez ahora. Y esas comunidades en las que todavía no han entrado otros atletas profesionales están allí para que él las toque.
«Era algo personal», dijo Martínez. «Yo no tenía nada. Yo viví eso. Yo era un niño que necesitaba la ayuda. Aunque no tengo un contrato multianual, estoy ganando medio millón de dólares y puedo hacer mucho para ayudar a la gente con lo poco que tengo. Por esa razón creé mi fundación, para que en el futuro la pueda usar como un vehículo para recaudar fondos. Era algo personal para mí porque yo era ese mismo niño».