El montaje bien celebra 71 años de actuación de la Compañía Nacional de Teatro. Imperdible en toda la extensión del adjetivo.
José Rafael Sosa
Desde que se anunció la presentación de Yago, yo no soy el que soy, desde el cartel había un discurso de novedad y creación, de caminos distintos y específicos del escenario dominicano en el cual muchos talentos se han congregado para celebrar, tal cual se debe, el 71 aniversario de la fundación de la Compañía Nacional de Teatro.
La imagen gráfica de Yago, yo no soy el que soy, tenia implícito un discurso de impecabilidad, por el diseño y la augusta armonía de colores y figuras, sobre aquel fondo negro y la sugerencia de un parcial rosto masculino que invitaba a descubrir que venía tras el anuncio. Y al efecto, el público vio que lo presentado, era bueno.
Era una historia larga e iniciada en 1946, cuando, por instrucciones de la dictadura trujillista (a nadie le agrada recordar ese crédito) se creó el Teatro Escuela de Arte Nacional, la Compañía Nacional de Teatro y escuela oficial, dirigida por Emilio Aparicio, un actor y director español, totalmente republicano que había escapado a las crueldades de la represión franquista, para exiliarse en el país.
La primera obra presentada por este grupo fue Prohibido suicidarse en Primavera, de Alejandro Casona, el 9 de octubre de 1946 en el Teatro Olimpia.
Lejos está hoy ese pasado, pese a lo cual sus fines se siguen reivindicando con trabajos de altísimo perfil escénico para celebrar tantos años de jornadas en el entablado.
Tras haber disfrutado con un deleite especial, la primera presentación de Yago, yo no soy el que soy (basada en el drama de fidelidad y pasión por el poder de Otelo, el Moro de Venecia (William Shakespeare), estrenada 1 de noviembre de 1604 en el Palacio de Whitehall, de Londres, tiene sus éxitos en tres cuatro factores:
1. La precisa adaptación a la cultura dominicana (en la que solo sobran las alusiones innecesarias a la Sentencia 168, del Tribunal Constitucional);
2. Las actuaciones del elenco que vimos (son dos cuerpos actorales), encabezado un sorprendente y juvenil Wilson Ureña y la veteranía de Johnnie Mercedes, junto al sustento interpretativo de Wilson Ureña, Yorlla Lina Castillo, Wilson Ureña y Miguel Bucarelly;
3.-La dirección fiera y originalísima de Fausto Rojas, quien reafirma su consistente trayectoria, que hace tiempo dejó de ser una promesa.
4. El espacio escénico (una gallera y otros rincones en varios planos) de Fidel López, a los que hay que agregar el estilísmo del vestuario imaginativo de Gromcín Domínguez y las luces de Bienvenido Miranda.
Haciendo un “teatro del gesto y el cuerpo”, revalidando los ritmos y cánticos populares del campo adentro, con una estructura musical simple y muy válida, actuando cara a cara con el público, Yago, yo soy el que no soy, arroja una certidumbre: la de lograr que nuestro quehacer en escena, adquiera el valor de lo montable en cualquier entablado del mundo.
El montaje tiene vida breve: del 21 al 26 de este mes de marzo en la sala Máximo Avilés Blonda, del Palacio de Bellas Artes, a un precio de entrada (sólo 150 personas por función) de 100 pesos, de martes a sábado a las 8:30 p.m., y el domingo 26 a las 6:30 p.m.
No leyó mal. Son 100 pesos.
Peleen – hablo ahora a quienes optan por un quehacer teatral de primer orden- por sus boletas, porque se está frente a una de las más altas expresiones del teatro dominicano con vocación universal.