Por Isaura Estévez
En buen dominicano, decir que están «salando» un proyecto o haciéndole «mal de ojo» se refiere a que una persona, con sus comentarios, puede estar aportando mala suerte a ese proyecto que supuestamente quiere defender.
Recientemente se anunció que habrá una vacante en el Ministerio de Cultura y todo el mundo sabe quién es el indicado para ese puesto. Sin embargo, si el equipo del presidente se empeña en poner a un humorista que poco sabe del tema, no hay que volverse loco, porque la Constitución Dominicana le otorga al presidente la facultad de nombrar a quien él entienda. En el caso de este gobierno, que en estos cuatro años ha nombrado en casi todos los puestos a amigos y allegados de grupos económicos que medran alrededor del Estado con resultados negativos, un nombramiento más sin el perfil adecuado para el cargo ya no hace diferencia.
Algunos supuestos seguidores del candidato ideal para el puesto de ministro de Cultura parecen estar perdiendo la cordura. Lo digo por el caso de una regidora que fue una pésima funcionaria de primer orden en la gestión municipal de ese señor, y que, en la defensa de las cualidades de su exjefe, hizo un comentario llamando al presidente a que nombre al hombre que le dio a ella el puesto que hoy ostenta.
Al presidente no se le aconseja en público. La prudencia indica que se pueden elogiar las cualidades de una persona para un cargo, pero no hacer un llamado directo al presidente de la República para que nombre a alguien, porque eso denota desesperación o una forma de pelear por algún beneficio que pudiera conseguirse si esa persona es nombrada. Por suerte, la regidora expresó su opinión en un programa con poca audiencia.
Si el presidente quiere nombrarlo lo hará y si no quiere ponerlo tampoco lo hará por más que hablen en Santo Domingo Este, así que dejen de estar salando el decreto y dando vergüenza en las redes sociales.
La persona ideal para ese cargo es un hombre de mucha dignidad, una persona respetable. Y si el presidente no lo toma en cuenta para ese puesto, no hay que volverse loco, porque el mundo no se acaba si se le da el cargo a otro.
Ese hombre hoy no es funcionario porque no hipotecó sus principios ni su dignidad cuando, después de ser golpeado, le pidieron que se arrodillara y se convirtiera en un obrero político de sus verdugos.
El presidente sabe de su capacidad y honradez; si no lo quiere nombrar, que no firme el decreto, porque mientras más atacan al presidente, más alejan las posibilidades de que sea tomado en cuenta.
Si el presidente no lo nombra en ese cargo o en otro mejor en lo que queda de enero, y más adelante, cuando el gobierno esté más desgastado, quiere nombrarlo, lo mejor que debería hacer es no aceptar el cargo. Mientras tanto, los seguidores no deben seguir «salando» el nombramiento de su jefe político.