Santo Domingo. — Aunque la Navidad suele asociarse con celebración, alegría y unión familiar, especialistas en salud mental advierten que el mes de diciembre puede convertirse en un período emocionalmente complejo para una parte significativa de la población, al concentrar presiones sociales, económicas y personales que actúan como detonantes de ansiedad, tristeza y agotamiento psicológico.
La psicóloga clínica Nicole Dávalos explica que esta época del año funciona como un “amplificador emocional”, en el que confluyen las expectativas de felicidad, el cierre simbólico del año y la constante exposición a mensajes de bienestar idealizado.
“Existe una presión silenciosa por sentirse bien, por disfrutar, por agradecer. Cuando esa emoción no aparece de forma natural, muchas personas experimentan culpa y autocrítica, preguntándose por qué no viven estas fechas como los demás”, señala la especialista.
Expectativas sociales y comparación constante
El entorno urbano, los centros comerciales y, especialmente, las redes sociales refuerzan una narrativa de celebración permanente: familias aparentemente perfectas, encuentros armoniosos y escenas festivas cuidadosamente construidas. Sin embargo, Dávalos advierte que esta exposición constante puede generar comparaciones poco realistas.
“Las redes muestran momentos, no realidades completas. No vemos las discusiones previas, las ausencias, las limitaciones económicas ni el cansancio emocional que muchas veces hay detrás de esas imágenes”, explica.
Desde la psicología, estas comparaciones suelen activar distorsiones cognitivas como el pensamiento dicotómico —“todos están bien menos yo”— o la descalificación de lo propio, factores que pueden profundizar síntomas de ansiedad o depresión.
Familia, duelos y tensiones emocionales
Diciembre también tiene un fuerte componente familiar, lo que puede reactivar emociones intensas vinculadas a pérdidas, duelos o cambios recientes. Para quienes han perdido a un ser querido o atraviesan transiciones importantes, las festividades suelen intensificar la nostalgia y la tristeza.
A esto se suman los encuentros familiares que, lejos de ser espacios seguros, pueden convertirse en escenarios de tensión por comentarios invasivos, juicios o conflictos no resueltos. “En estos contextos, la necesidad de establecer límites emocionales se vuelve clave para preservar el bienestar psicológico”, apunta la especialista.
El peso del cierre de año
Otro factor que incide en la salud mental durante diciembre es la autoevaluación anual. Preguntas como “¿logré lo que quería?” o “¿estoy donde debería estar?” aparecen con frecuencia y, en personas vulnerables emocionalmente, pueden transformarse en una evaluación dura y punitiva.
“Reflexionar es saludable, pero cuando esa revisión se convierte en un ejercicio de castigo personal o en una comparación con ideales inalcanzables, el impacto emocional puede ser negativo”, advierte Dávalos.
Una realidad diversa y poco visible
La psicóloga subraya que no todas las personas viven la Navidad de la misma forma. Mientras para algunos es una etapa de celebración, para otros representa un proceso de reconstrucción emocional.
“Diciembre no es igual para todos. Hay quienes celebran y hay quienes simplemente resisten o sanan. Reconocer esa diversidad emocional ayuda a reducir la presión social y a fomentar una mirada más empática”, concluye.
Especialistas coinciden en que visibilizar esta realidad permite comprender que el bienestar emocional no siempre va de la mano con el calendario festivo, y que pequeños gestos de apoyo, escucha y presencia pueden marcar una diferencia significativa durante estas fechas.
