La información es tan importante que desde que el hombre pasó de nómada a sedentario surgieron diversos tipos de lenguajes para llevar a cabo el proceso de comunicación (transmisión de datos organizados y procesados sobre un determinado tema); pero cuando su flujo es excesivo y sin control trae como consecuencia una “infodemia” (caos informativo), situación que promueve actitudes y comportamientos que convierten a la gente en parte del problema y no de la solución.
Esa es la opinión de los psicólogos y psiquiatras, en cuanto a la “contaminación del ecosistema informativo”, a propósito de la crisis mundial que ha generado el COVID-19, enfermedad surgida en diciembre del 2019 en la ciudad china de Wuhan, provincia de Hubei, que por su rápida expansión, la gran cantidad de vidas que ha cobrado y su impacto en la economía y otros ámbitos ha puesto a temblar en todos los ámbitos a muchas naciones del mundo.
El COVID-19, engendrado por un miembro de una familia de coronavirus, no es un juego. Ya llegó al menos a tres continentes, no hay todavía una vacuna para prevenirlo y hasta la fecha ha dejado un saldo de 436 mil 259 personas infectadas a y 19 mil 648 fallecidas. Ha obligado a la imposición de cuarentena y otras medidas de aislamiento, así como cambios en planes, programas, agendas de gobierno, hábitos familiares y comunitarios. ¡Ha cambiado al mundo!
A LA PANDEMIA DEL COVID-19 SE SUMA LA “INFODEMIA DE LAS REDES SOCIALES”
Los avances tecnológicos permiten almacenar una cantidad de datos superior a la que necesitamos y propician la transmisión de un número mayor de informaciones a la solicitada, que en muchos casos y a través de las redes sociales no son gestionados de forma correcta, fruto de la llamada democratización digital, lo que ocasiona que terminemos desinformados por “hiperinformación.”
El obligado encierro decretado por las autoridades gubernamentales para evitar el contagio ha convertido a las redes sociales (de manera especial Facebook y Twitter) en las principales fuentes noticiosas en torno al Coronavirus; sin embargo, en ocasiones a través de ellas se transmiten informaciones no fidedignas, mezcla de verdades y mentiras que infunden miedo en los receptores y los inducen la adopción de comportamientos inapropiados.
Un ejemplo del impacto producido en tiempos de crisis por las llamadas “fake news (noticias falsas) es la alarma e intranquilidad entre la gente, como sucedió al publicarse por Internet un supuesto cierre de los supermercados, centros de expendio de comida y farmacias, lo cual provocó que “en masa” los ciudadanos abarrotaron estos establecimiento y se incumpliera con una de las principales recomendaciones para evitar la transmisión del temido virus: evitar aglomeraciones.
No entra en discusión la importancia de las redes sociales como instrumentos de comunicación, pero tampoco el peligro que representan si no se les da el uso correcto, pues entonces se convierten en desinformadoras, cuando la gente comparte informaciones falsas, a veces por desconocimiento de la realidad y otras deliberadamente de parte desaprensivos que buscan generar temor y caos.
La desinformación por Internet se produce por la publicación de datos descontextualizados, así como por la manipulación con fines engañosos de videos e imágenes; aunque el problema principal lo constituye la tendencia de la gente a reproducirlos sin comprobar previamente su veracidad, lo cual incrementa en la población los niveles de ansiedad.
Las consideraciones expuestas están sustentadas en los resultados de un informe titulado “Estado de la Mente, examinando los efectos positivos y negativos de los medios sociales sobre la salud de los adolescentes”, publicado por la Royal Society for Public Health (RSPH), donde se destaca la forma en que las nuevas tecnologías han revolucionado las formas de comunicación y sus consecuencias positivas y negativas.