Punta Cana.- República Dominicana.– En un rincón exuberante del Caribe donde las playas deslumbran y el lujo se reinventa a diario, una experiencia sensorial rompe el molde del todo incluido: se llama The Epicure by Paradisus, y en su séptima edición ha demostrado que la cocina también puede ser un viaje. Esta vez, no a bordo de un avión, sino de una cuchara que se desliza entre el yuzu japonés y el jalao dominicano.
Durante tres días, el hotel Paradisus Grand Cana-All Suites se transformó en una pasarela culinaria donde desfilaron ingredientes, técnicas y relatos con la misma elegancia que un desfile de alta costura. El evento reunió a dos chefs que, aunque procedentes de latitudes distintas, comparten una misma misión: contar historias a través de los sabores.

Un cruce de caminos entre Oriente y el Caribe
La propuesta fue tan ambiciosa como equilibrada: fusionar dos cocinas de fuerte identidad –la dominicana y la japonesa– sin forzar mestizajes. Los chefs Carlos Estévez, embajador de la cocina criolla de autor, y Yong Wu Nagahira, uno de los nombres más innovadores de la escena nipona en Madrid, fueron los encargados de llevar a los comensales por este viaje de contrastes y armonías.
La jornada inaugural comenzó con una masterclass del Chef Yong Wu, quien trasladó a los asistentes al corazón de Tokio sin salir del Caribe. En un espacio íntimo y colaborativo, los huéspedes aprendieron a preparar nigiris, sashimi y rolls de salmón bajo la guía paciente y meticulosa del chef, cuya juventud no opaca su madurez técnica. Cada corte de pescado, cada grano de arroz, fue una lección de precisión y respeto por el producto.

Pero más allá del espectáculo técnico, lo que hizo inolvidable la clase fue la conexión emocional que Wu estableció con su audiencia. «La cocina japonesa enseña a valorar la simplicidad, la disciplina y la belleza de lo efímero», dijo mientras emplazaba un nigiri de toro con la delicadeza de un pintor de caligrafía japonesa. El resultado: una noche que, aunque imperfecta en las manos amateurs de los participantes, fue perfecta en emociones.
Una cena a ocho tiempos, dos tradiciones, un mismo lenguaje
La segunda jornada fue el punto culminante: una cena a ocho tiempos en el restaurante Kárnica, concebida como una conversación sin palabras entre Estévez y Wu. Cada plato fue una página de un libro donde se escribía, en paralelo, la historia ancestral del Caribe y la sofisticación milenaria de Japón.
Entre los aperitivos, brillaron la ensalada caribeña de palmito y queso de hoja empanizado del Chef Estévez y el calamar con sabayón y caviar de Wu. Luego llegaron los montaditos de lambí con mousse de aguacate que evocaban las costas dominicanas, seguidos por una torrija de brioche salada con trufa negra y toro que desafiaba la lógica de lo dulce y lo salado.

Los platos fuertes fueron un manifiesto cultural: el chivo estofado al coco con cremoso de cepa de apio, crocante de arroz y remolacha de Estévez hizo vibrar la memoria gustativa dominicana, mientras las carrilleras de ternera al curry japonés y yuzu de Wu daban una lección de profundidad umami.
Para cerrar, un dúo de postres que hablaban en clave poética: el trío criollo de jalao, majarete y trufas de cacao, seguido por la torrija de crema de lima, sopa de chocolate blanco y pimienta de Sichuan. Un final de “jartura”, a la altura de un“ ”viaje” inolvidable .

Cocinar es preservar
La jornada final trajo el regreso a lo esencial: la cocina como herramienta de preservación cultural. El Chef Carlos Estévez ofreció una masterclass que fue mitad clase magistral y mitad ceremonia de identidad. Habló de raíces, de rescatar técnicas y productos olvidados, de cómo un plato puede contar la historia de un pueblo. Los asistentes probaron y aprendieron, pero sobre todo, comprendieron que cocinar, cuando se hace con propósito, puede ser un acto político y poético a la vez.
Un destino gastronómico con alma
Con esta séptima edición, The Epicure by Paradisus no solo reafirma su lugar como una de las experiencias culinarias más completas del Caribe, sino que plantea un nuevo estándar para el turismo de lujo: aquel donde el paladar se convierte en brújula, y cada bocado es una ventana a otra cultura.
La próxima entrega será en Paradisus Palma Real del 29 al 31 de agosto, y el regreso a Paradisus Grand Cana del 28 al 30 de noviembre, promete seguir explorando nuevos horizontes del sabor. Si el lujo de un resort está en su gastronomía, Paradisus no solo ha entendido el mensaje: lo ha cocinado a fuego lento y lo ha servido con maestría.