La palabra “saludo” se deriva del verbo saludar, del cual la primera definición que da la Real Academia Española de la Lengua es “dirigir a alguien, al encontrarlo o despedirse de él, palabras corteses, interesándose por su salud o para deseándosela, diciendo adiós, hola, etcétera”. Pero aunque esta acepción no incluye el contacto físico (apretón de manos, abrazos o besos) son múltiples los países donde estas acciones lo complementan.
Una de las versiones más socorridas sobre el origen del saludo lo sitúa en las tribus primitivas, donde estrechase las manos se interpretaba como la disposición de mantener una relación cordial y demostrar que no se portaban armas. En la Edad Media el beso era una señal de fidelidad y también se utilizaba para sellar acuerdos; pero en el siglo XIV, durante la epidemia que devastó a Europa, fue desestimada y se recuperó durante la Revolución Francesa, en 1789.
Pero hoy esta forma de cortesía se vincula con la cultura de cada pueblo; por eso en algunos lugares se considera normal y corrector que los varones se saluden con uno, dos o tres veces en la mejilla; mientras en otros se reprueba esta práctica y socialmente solo se acepta que los hombres lo hagan con un apretón de manos, abrazos o palmaditas en la espalda.
A propósito del tema, en el periódico La Vanguardia aparece un escrito bajo la firma de Óscar R. Ventana, que quiero compartir con ustedes porque me pareció interesante desde que leí su título: «Saludar», el verbo que muta con el coronavirus”, donde el autor explica por qué los latinos hemos tenido que adoptar una forma de saludo característica de los pueblos orientales y la cual consideraban fría y distante.
A continuación, transcribimos el bien desarrollado y sustentado artículo del señor Ventana, donde lo siguiente:
El verbo saludar ha mutado también con el coronavirus. Del latín salutare, con el significado de ‘desear salud’ o ‘decir salud’, esta palabra y los gestos asociados a ella han pasado al extremo opuesto de su significado, hasta el punto de que ahora mismo un saludo es sinónimo de ‘quitar salud’ a través de un contagio, en lugar de darla u ofrecerla.
Lejos quedan aquellas referencias escritas del Cantar de Mio Cid al «beso en las manos» del rey (1140) o del conde Fernán González en la Estoria de Espanna, que son considerados por los expertos en protocolo como los orígenes formales de este tipo de fórmulas de saludo, y que junto a los usos y costumbres de cada cultura han marcado durante siglos la forma de entrar en una conversación.
Ahora, el denominado aislamiento social, con su expresión máxima en el confinamiento en los hogares, tiene unas derivadas en las relaciones interpersonales que se observan bien en las limitaciones que ya encontramos en el saludo convencional: nada de manos, nada de abrazos y nada de besos.
De hecho, una de las imágenes de los primeros días de la crisis del coronavirus fue la de la modificación del saludo, con fórmulas más asépticas que el contacto de las manos, como el choque de codo o de pies, que se popularizó a través de canciones y mensajes en las redes sociales, también entre los políticos.
En este sentido, la consejera de Sanidad de Castilla y León, considerada hace un año la mejor médica de familia del mundo, Verónica Casado, reconoció durante su comparecencia ante el Parlamento para hablar del coronavirus que echa de menos ese achuchón que solía dar a los parlamentarios que la recibían en la sala de comisiones.
Esta misma semana, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, ha desaconsejado que los niños y los abuelos se abracen porque sería someter a los mayores a un riesgo innecesario.
«Psicológicamente es magnífico dar abrazos a todo el que se pueda, pero tenemos que entender que estamos en una situación de riesgo que no va a durar siempre. El abrazo se podrá dar en el momento en que se pueda dar», ha respondido el epidemiólogo.
También los psicólogos han alertado de las secuelas que este tiempo de aislamiento tendrá en la sociedad y las barreras a la hora de saludar nos van a recordar a menudo que todo ha cambiado, que el miedo a un contagio va a imponerse a los manuales de buenos modales y a los usos y costumbres del saludo.
Siempre resultó paradójico que, cuando alguien estornuda, quienes le acompañan digan «salud», pero ahora, con el coronavirus, cobra más sentido aún esa fórmula de interacción, para desear que ese síntoma de que algo no está bien en el interior del cuerpo no se concrete en una enfermedad, en estos tiempos de COVID-19.
Pero hay quien también es optimista en esta faceta del saludo y cree que tendrán más fuerza las lejanas costumbres de las tribus primitivas, que según algunos estudios sobre el tema comenzaron a saludarse levantando la mano para mostrar su intención pacífica, al no portar armas (siempre que esto fuera así y no estuvieran enfrentados).
PROTOCOLO
Una de las optimistas en este sentido es la representante de la Asociación Española de Protocolo Carmen Portugal, quien ha pronosticado en declaraciones a EFE que estos nuevos usos pueden ser algo coyuntural para evitar los contagios, pero cuando pase todo la sociedad volverá a una forma de saludo propia de cada cultura.
«No creo que en un futuro esto de tocarse los codos se vaya a implantar en nuestra cultura y en el protocolo social. Pienso que es un momento de compás de espera, que nos tenemos que amoldar para cumplir esas exigencias sanitarias, pero cuando pase todo volveremos a los abrazos, a los besos y a lo que es nuestra cultura social», ha resumido Portugal.
Algunas de las formas de saludo más antiguas quedaron reflejadas en los jeroglíficos egipcios, en una civilización que introdujo otros tipos de saludo como la inclinación del cuerpo en señal de respeto, mientras que para más adelante se situaron otros ritos como el besamanos.
Existen multitud de variaciones en el saludo, según la cultura o la zona geográfica en que se practique, incluso entre países fronterizos o distintas regiones del mismo país se observan diferencias, como ocurre con los besos en la mejilla, ya que en España es habitual que sean dos, uno en cada una, y en su vecina Francia son comunes los tres ósculos. Pues bien, esto asimismo ha cambiado.
Y en la iglesia también
Como lo ha hecho el rito de dar la paz en las celebraciones religiosas. El sacerdote Juan Carlos Sánchez, de la pequeña Diócesis de Ciudad Rodrigo (Salamanca), ha reflexionado sobre los previsibles cambios que conllevará la presencia del coronavirus en los oficios religiosos, a la hora de comulgar, de dar la mano al feligrés de al lado o de sentarse a una mayor o menor distancia.
De hecho, la Conferencia Episcopal Española acaba de dictar sus propias normas en este sentido, que implican entre otras restricciones: pilas de agua bendita vacías, fieles con mascarilla, mayor número de misas para evitar gran afluencia o no pasar el cestillo (cesto,recipiente tejido,tramado de caña o paja para almacenar).
Igual que en los saludos iniciales, también en las despedidas se echará en falta el contacto físico, ese hasta pronto acompañado de un apretón de manos o un abrazo, pero de un tiempo a esta parte, el coronavirus manda y da y quita salud.