“Amar la sociedad es amar algo más allá de nosotros mismos y algo en nosotros mismos”. Emile Durkheim
Por Araceli Aguilar Salgado
En este siglo XXI hemos tenido Ébola, gripe aviar, gripe porcina y ahora coronavirus, e hemos entrado en una era de pandemias, derivado de ello nos obliga a diseñar las ciudades del mañana de manera que el exterior no se convierta en una zona prohibida, sino que siga siendo un espacio seguro y habitable.
La pandemia por coronavirus nos ha recordado que el hogar es mucho más que un techo. Un hogar debe ser seguro para permitirnos seguir trabajando, aprendiendo, con acceso a servicios básicos e infraestructura para las medidas de higiene, y con suficiente espacio para el distanciamiento físico, también han surgido las desigualdades estructurales que han salido a la luz a través de la pandemia, lo que demuestra cómo las minorías, los pueblos indígenas y los migrantes se ven afectados de manera desproporcionada por la precariedad de la vivienda, el hacinamiento y la falta de vivienda.
Por lo que actualmente el COVID-19 ha puesto en acción a la arquitectura misma que no puede dar respuestas inmediatas a las demandas de una situación de emergencia como la que atraviesa el mundo actualmente. No se pueden transformar los edificios, las casas y las ciudades de la noche a la mañana para respetar las normas sanitarias de distanciamiento físico entre personas o para hacer una estancia más placentera durante la cuarentena dentro de una vivienda.
El COVID-19 obligó a desocupar las ciudades de forma inmediata porque son los lugares de mayor interacción humana donde podría transmitirse más rápidamente la enfermedad, por lo que la arquitectura transforma los espacios para el futuro, considerando ya no solo factores como la accesibilidad universal, la ventilación y la iluminación, natural podría favorecer ambientes de interacción más sanos y crear condiciones de adaptabilidad a circunstancias de emergencia porque no se estaba preparados para manejar adecuadamente estas situaciones necesidad el concepto de resiliencia urbana.
Se auguran la introducción masiva de tecnologías que nos permitan ir por la vida sin entrar en contacto directo con nada de lo que nos rodea, así mismo como el espacio de los lugares de habitación, tanto horizontales como verticales.
Consideremos que la actual crisis sanitaria podría estimular el surgimiento de nuevos espacios antes de ingresar a las viviendas, donde las personas puedan bañarse, mudarse de ropa y cambiarse los zapatos. Incluso podría disponer de ropa limpia para que los visitantes no contaminen la casa.
El coronavirus cambió el concepto de privacidad, por lo que se debe reconsiderar el espacio doméstico flexible, de contención y más íntimo de manera que se puedan acomodar las necesidades que hay día a día, así en tiempos de pandemia la única cura que existe es nuestro hogar que se ha convertido en espacio de cobijo que nos protege de la intemperie y nos mantiene en el tan significativo distanciamiento social, llevando la vida antes vivida en espacios públicos hacia el interior de la vivienda.
Y ahora nos preguntamos ¿Qué pasa con las personas más vulnerables en esta pandemia? En la cual esa gente carece de una vivienda adecuada, experimenta desigualdades y pobreza. Los residentes de estas áreas a menudo tampoco son reconocidos, protegidos y corren el riesgo de ser desalojados y reubicados, especialmente en tiempos de crisis.
Aquí en México se han implementados programas de apoyo de vivienda para habitación de emergencia con inversión de 40 mil pesos (apoyo programa gobierno federal), y estas familias sólo se les pide una retribución de unos 2 mil pesos, es decir un 5% del precio normal.
Esta también el Programa de Vivienda Social, que el gobierno federal contribuyen con 80 por ciento de los recursos y el resto, lo financia la familia a través de dos vías: sus ahorros o la mano de obra, lo que abarata el costo de la vivienda.
E implementación del Programa de Regeneración de Vivienda Abandonada la rehabilitación, conservación, mejoramiento, construcción y comercialización de las viviendas recuperadas, dando acceso a las familias que más lo necesitan puedan tener un patrimonio y seguridad.
Por ello nace la necesidad de aportar soluciones a la dificultad que está viviendo el mundo y ante cualquier dificultad estar preparados para enfrentar cualquier crisis sanitaria, energética o alimentaria de diversos grados se proyectan las viviendas del futuro para soportar la crisis por la vida, del clima y al mismo tiempo autosustentables que generarán sus propios alimentos y energías mismas que serán renovables al igual tendrán espacios para home office, confinamiento que permita jugar y descansar aplicando los nuevos estándares en tiempos de pandemia.
Hay mucho por seguir impulsando acciones que garanticen la protección de los derechos humanos y el acceso equitativo de los programas de protección social y estímulos económicos, con el fin de continuar trabajando en el combate de las brechas de desigualdad sobre todo con la nueva Agenda Urbana reconoce la vivienda adecuada y el mejoramiento a estos asentamientos como los elementos fundamentales para cumplir los derechos humanos, en términos de entender a la vivienda como un derecho humano. La vivienda debe ser el espacio en donde todas las personas se sientan seguras y puedan desarrollarse integralmente y en general, es el pilar del desarrollo personal.
“La acción social en materia de vivienda deberá asegurar a los habitantes la posesión de una vivienda adecuada, higiénica y económica.
La vivienda en su condición de propiedad individual tiene una función social que cumplir, y por ello ha de ser considerada bien de familia, garantizando el Estado su condición de tal. Juan Domingo Perón.
Araceli Aguilar Salgado Periodista, Abogada, Ingeniera, Escritora, Analista y comentarista mexicana, del Estado de Guerrero, México