Tras su espectacular manto de hermosura algunas flores ocultan armas perjudiciales en forma de venenos, toxinas o alérgenos, que pueden ser letales para cualquier ser humano.
Desde tiempos inmemoriales, las flores y los venenos han estado estrechamente ligados. Pese a su hermoso color y su sinigual belleza, algunas flores pueden provocar intoxicaciones, o incluso la muerte.
Al oler o tocar un ramo de flores, debemos ser cuidadosos con la especie en cuestión, más aún, si la comemos. La ingestión de pétalos de algunos géneros puede suscitar mareos, vómitos, diarreas, urticarias y, en el peor de los casos, paradas cardiorrespiratorias o incluso el fallecimiento.
Ricino: Belleza mortífera
Hay plantas especialmente dañinas como el ricino, también llamado higuerilla. En sus semillas se halla un componente tóxico capaz de producir deshidratación, gastroenteritis, daños en el estómago y, cómo no, la muerte. Es, en realidad, uno de los venenos biológicos más potentes que existen.
Cuidado con la dragoneta
La dragoneta es otra curiosa planta que destaca por irradiar un olor hediondo durante la floración, una característica que debería ser suficiente para mantenernos alejados de ella. Sin embargo, las raíces de la dragoneta han venido cocinándose tradicionalmente en los países de origen, aunque pasando por un largo proceso de ebullición. En caso de no hacerlo, el consumidor sufrirá una grave toxicidad. Y es que tanto las semillas, como el tallo, las hojas o los pétalos de la dragoneta guardan un potente veneno.
Cicuta, una planta excesivamente peligrosa
Otro ejemplo claro de plantas letales es la cicuta, famosa por ser la causa de muerte del filósofo Sócrates. Sólo unos pocos gramos de esta ponzoña serían suficientes para matar a un ser humano. Si bien toda la planta posee este veneno, en las hojas se encuentra la menor concentración, mientras que en los frutos verdes el máximo nivel.
Dedalera
Las flores de la dedalera son espigadas, acampanadas y de un intenso color rosa. Muy hermosas, cierto, pero también una traicionera compañía. Al ingerir sus pétalos comenzará a actuar una toxina capaz de alterar el funcionamiento cardiaco. Además de arritmias, puede provocar diarrea y vómito.
Hortensia
Planta ornamental cuyas florecillas forman un único cúmulo de vivos colores, con variantes en azul, rosa y blanco. Aunque bella y muy utilizada en la decoración, la ingestión de sus pétalos producirá diarrea, vómitos y sudoración.
Además, en algunos países, se ha propagado la costumbre de fumar las flores de la hortensia; algo que, además de causar efectos alucinógenos, puede desembocar en la intoxicación del consumidor por los humos inhalados.
Belladona
El uso de esta planta floreciente está salpicado de viejos mitos y leyendas. Ya en el Antiguo Egipto se empleaba como narcótico, mientras que en la Edad Media se asoció con las brujas. Lo cierto es que la belladona contiene alcaloides tóxicos, desde la raíz hasta los pétalos. La consumición de esta ponzoña puede acarrear delirios, alucinaciones, dilatación de las pupilas, dolor de cabeza, convulsiones y, en última instancia, el coma.
Acónito
Las llamativas flores del acónito, resplandecientes con su forma caprichosa e inundada de colores púrpuras y azules, son sin embargo, muy tóxicas, al igual que el resto de la planta.
Existen casos en los que el simple contacto puede producir envenenamiento. Su ingestión conduce, irremediablemente, a la muerte. Está considerada la flor más venenosa de Europa, por lo que su venta está prohibida y su uso restringido.
Adelfa
La flor de la adelfa es singular y exótica, por disponer de un cáliz lobulado protegido por unos pocos pétalos, cuyos colores incluyen el blanco, el rosa, el rojo y el fucsia. Sin embargo, esta flor aparentemente linda es una de las plantas más ponzoñosas del mundo, cuyos efectos mortíferos se conocen desde la antigüedad. Por ello, está terminantemente prohibida su venta al público.
Hojas, tallos, flores y semillas son tóxicas en altos niveles. Consumir cualquiera de estas partes puede originar vértigos, mareos, midriasis, depresión, entumecimientos, convulsiones, taquicardias, arritmias y, en el peor de los casos, parada cardíaca y muerte.