Este es un artículo de opinión de Gina Din, fundadora y directora ejecutiva del grupo Gina Din, y de Siddharth Chatterjee, representante del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) en Kenia.
Siddharth Chatterjee, Gina Din
NAIROBI, Ene 2016 (IPS) – La primera menstruación o menarca es un hito en la vida de una mujer joven. Sin embargo, muchas complicaciones y desafíos acompañan este acontecimiento. Una de cada 10 adolescentes falta a clases y finalmente abandona sus estudios debido a problemas relacionados con la menstruación.
En 2016 comienza el período de vigencia de la meta 6.2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que ofrece motivos para ser optimistas ya que reconoce la necesidad de ofrecer «el saneamiento y la higiene adecuada y equitativa para todos» con «especial atención a las necesidades de las mujeres y las niñas».
Las cifras del Ministerio de Educación de Kenia revelan que una joven en la escuela primaria pierde 18 semanas del total de 108 semanas de estudio en el año durante su menstruación. En los cuatro años de la enseñanza secundaria la misma joven pierde 156 días de aprendizaje, equivalente a casi 24 semanas.
En general, los estudios estiman que 61 por ciento de las jóvenes faltan a la escuela cada año debido a la ausencia de instalaciones para la higiene relacionada con la menstruación en las escuelas primarias, y que se pierden aproximadamente 3,5 millones de días de aprendizaje cada mes debido a la menstruación.
El vínculo beneficioso entre la educación femenina y la salud nunca ha estado en duda. Una joven mejor educada controla mejor su vida. Tiene menos hijos y más sanos. Por otra parte, las mujeres educadas participan en el mercado laboral y sacan a sus hogares de la pobreza. Estos beneficios se transmiten de generación en generación.
Por el contrario, el impacto de la escasa educación, la mala salud y nutrición se magnifica en la siguiente generación, a medida que las niñas malnutridas se convierten en madres con mayor riesgo de mortalidad materna y de tener hijos con bajo peso al nacer.
Un motivo por el cual no se generan los beneficios que traen las niñas educadas a la sociedad se debe a que las comunidades no tuvieron la premura necesaria para eliminar obstáculos como la inaccesibilidad a la protección sanitaria, los tabúes sociales relacionados con la menstruación y la cultura del silencio que la rodean, especialmente en las escuelas.
La falta de acceso a la protección sanitaria y a las toallas higiénicas descartables les quita posibilidades a las niñas, ya que tienen que quedarse en casa para evitar que la ropa se les manche con sangre en público. El costo de los productos sanitarios y las toallas está fuera del alcance de muchas mujeres y niñas, y la mayoría termina por faltar a clases durante su menstruación.
El gobierno de Kenia está asignando recursos para que las escuelas ofrezcan toallas sanitarias. El Ministerio de Educación destinó 3,3 millones de dólares con ese fin en 2011, y este año el monto ascendió a 3,9 millones.
El gobierno debe aplicar la resolución adoptada en 2013 por la Asamblea Legislativa de África Oriental que instó a los Estados socios a eximir de impuestos las toallas sanitarias con el fin de aumentar su disponibilidad y asequibilidad a las jóvenes.
La pobreza es el motivo de que muchas niñas no tengan acceso a las toallas sanitarias desechables, que cuestan entre 79 centavos y 1,45 dólares y están fuera del alcance para las familias que ganan el ingreso promedio de poco más de un dólar diario. La exención impositiva sería de gran ayuda.
El ausentismo escolar de las niñas por temor a la vergüenza atribuida a su menstruación o porque no tienen los medios para mantenerse higienizadas debe considerarse una violación de los derechos humanos básicos.
Las jóvenes no deben seguir utilizando trapos viejos, toallas, papel de sus textos escolares o incluso hojas para absorber el sangrado.
Este es un fenómeno que las sociedades saben que habrá de repetirse infaliblemente todos los meses, por lo que la demora en la adopción de respuestas concretas es sumamente decepcionante.
La adolescencia es el momento en el que las niñas deben comenzar el tránsito hacia la edad adulta y pasar de la dependencia a la interdependencia dentro de su sociedad, pero casi dos de cada tres jóvenes no saben nada acerca de la menstruación hasta que se presenta su menarca, que por lo general es una experiencia traumática.
Al celebrar un nuevo año, el mejor obsequio que les podemos hacer a nuestras niñas es la resolución respaldada por la acción de que ese ya no será su destino en 2016. Las toallas sanitarias o las copas menstruales deben tener un precio razonable.
Además de los evidentes riesgos relacionados con el tracto reproductor que esos métodos presentan, estas medidas humillantes también significan que las niñas deben alterar su vida diaria. La situación se agrava cuando tienen malas instalaciones sanitarias que les impiden mantener una buena higiene.
Los programas de educación sexual en las escuelas deben enseñarles a los adolescentes de ambos sexos sobre la pubertad y la higiene menstrual. Estos se pueden vincular a otra instrucción, apropiada para su edad, sobre los riesgos del matrimonio precoz y la prevención del embarazo, en conjunto con otros ejercicios que fortalezcan sus aptitudes de vida y les ayuden a tener una adolescencia saludable.
No hay fuerza más poderosa para la transformación de una sociedad que una joven educada. Todas las medidas que se tomen para eliminar las circunstancias que ausenten a las niñas de la escuela solo serán beneficiosas para nuestro futuro colectivo.