República Dominicana, Octubre de 2025. En un mundo hiperconectado, emerge un “lado invisible” que ha moldeado emociones, atención, relaciones y autopercepción: uno que no distingue edades, pero que en la era moderna acecha cada vez más temprano.
La nomofobia infantil no es una simple tendencia ni un arrebato digital, sino una fractura silenciosa que se instala en la afectividad, atención, vínculo social e identidad de los más pequeños. Reconocerla es el primer paso hacia un acompañamiento integral que ayude a equilibrar las relaciones personales con la tecnología.
¿Qué es la nomofobia infantil?
La Nomofobia es el miedo excesivo a estar sin el teléfono móvil, y hoy se manifiesta en etapas cada vez más tempranas. Existen señales que permiten identificarla:
- El menor no tolera tiempos sin pantalla ni estímulos digitales.
- Presenta irritabilidad o retraimiento cuando se le quita el celular.
- Se muestra ansioso si no hay señal o batería.
- Descontrola sus horarios de sueño o siesta por el uso del teléfono.
- Pregunta con frecuencia “dónde está el celular”.
“La estimulación visual y auditiva que los niños reciben del celular afecta directamente su cerebro, pues son estímulos rápidos que no pueden procesar ni retener adecuadamente por su inmadurez. Esa búsqueda de satisfacción inmediata está relacionada con la dopamina, sustancia que nos hace sentir felices. Cuando no se usa el celular, se alteran comportamientos y emociones debido a la falta de esa gratificación”, explica Anayeli Pérez, psicóloga clínica y especialista en neuropsicología.

Tiempos, pantallas y emociones: el lado invisible de la conexión
Esa sensación de “no tener el celular a la mano” puede generar consecuencias como ansiedad, falta de concentración, conducta inapropiada, desatención escolar o aislamiento.
Entre los principales efectos de la nomofobia infantil, se destacan:
- Ansiedad constante: incluso sin manifestarlo, el menor puede sentir angustia o miedo a perderse algo importante (FOMO: Fear Of Missing Out).
- Déficit atencional y bajo rendimiento escolar: el estar pendiente de notificaciones divide su concentración y afecta su aprendizaje.
- Aislamiento virtual: la interacción cara a cara disminuye, afectando sus vínculos emocionales.
- Baja autoestima y validación externa: muchos niños buscan aprobación a través del celular, y su identidad se distorsiona cuando se interrumpe su uso.
- Desarrollo de adicciones: la dependencia al móvil puede derivar en otras adicciones emocionales o conductuales en la adolescencia.
Un informe de la UNESCO revela que durante la pandemia el tiempo frente a pantallas aumentó 50 minutos diarios en niños de 3 a 8 años en países desarrollados, lo que evidencia una tendencia global. Según Pérez, “al exponerse sin límites, los niños comienzan a compararse con otros, desconectándose de su propio yo”.
No es espionaje, es acompañamiento inteligente
El celular no debe verse como una caja emocional ni como un juguete sin límites. La clave está en educar y acompañar con propósito. Algunas recomendaciones:
- Detección temprana: observar emociones y conductas inusuales.
- Educación digital: enseñar el uso responsable del celular según la edad.
- Interacción social: fomentar actividades físicas, juegos o lectura sin pantallas.
- Apoyo especializado: recurrir a psicólogos cuando se detecten señales de dependencia.
- Formación parental: los adultos deben informarse y practicar con el ejemplo.
Un estudio de Nomophobia indica que el 78% de los latinoamericanos se considera dependiente de su smartphone, lo que refuerza la importancia de moderar su uso también en casa.
Un llamado a la acción
El futuro de la infancia no debe quedar atrapado entre notificaciones y juicios digitales. Se requiere supervisión, comunicación familiar y apoyo psicológico para promover una crianza con propósito.
“Estar atentos al desarrollo de los niños frente a la tecnología y actuar ante cualquier señal anómala es parte del compromiso adulto con su salud emocional y social”, concluye Pérez.
Para más información sobre la nomofobia, visite: https://nomophobia.com/
