Con una inversión que supera los US$1,750 millones de dólares, en diciembre del 2022 el Gobierno de República Dominicana, junto a los consorcios Manzanillo Gas and Power y Manzanillo Energy, dieron el primer palazo del proyecto energético de gas natural en el municipio Pepillo Salcedo.
Un proyecto que se construye a pocos kilómetros de la Bahía de Manzanillo, en Montecristi; una región rodeada de palmeras y manglares, donde residen manatíes y tortugas verdes y estuarios. En este territorio, considerado refugio de Vida silvestre desde 1980, se encuentran el Parque Nacional Montecristi, hoy compuesto por esta unidad y por el Parque Nacional Manglares de Estero Balsa, el Refugio de Vida Silvestre Cayos Siete Hermanos, el Parque Nacional Submarino Montecristi, el Parque Nacional el Morro y el Santuario de Mamífero Marinos Estero Hondo.
Ahora bien, por muy beneficioso que pueda parecer la construcción de una planta eléctrica, dada las complicaciones con este servicio que sufre el país, lo cierto es que son este tipo de obras las que causan más daño al ambiente y significan una verdadera amenaza para las especies de manglares de la Bahía de Manzanillo y todas las especies de vida que en ella habitan.
Una muerte anunciada
Nada más el primer bloque del proyecto, una planta de turbina de gas en ciclo combinado de 420 MW, fue adjudicado a Manzanillo Gas & Power, consorcio integrado por Haina Investment Company (HIC), Shell Gas & Power Development (Shell) y Energía de las Américas (ENERLA). Los nombres de estas compañías evocan, lo que podría llamarse una muerte anunciada, pues no han sido pocas las denuncias por infracciones ambientales que ha recibidio Shell.
La más reciente denuncia fue presentada por los abogados ambientales ClientEarth en el tribunal superior de Inglaterra, donde responsabilizan a la empresa por su inadecuada transición a la contaminación cero. De acuerdo con esta información, la empresa no se mueve rápidamente hacia esta transición por el bien del medio ambiente, demostrando así su nula intención de trabajar por cuidar el planeta.
A este caso se suma el de Nigeria, que desde hace años arrastra una causa de la contaminación sistemática que ha generado la multinacional en este territorio, afectando al hábitat natural y las comunidades que lo habitan. “Las actividades de Shell en Ogale han envenenado el agua y puesto fin a la actividad agraria, pero gracias a las disputas jurisdiccionales acerca de si RDS o SPDC es la responsable de este daño, Shell nunca ha tenido que responder de ello ante un tribunal de Reino Unido o de Países Bajos”, ha afirmado Mark Dummett, responsable de Amnistía Internacional sobre Empresas, Seguridad y Derechos Humanos.
Tampoco se debe olvidar un informe presentado ante el Parlamento Europeo en el 2004, en el que refleja como Shell aplica un «doble discurso» en los países donde opera. Aunque públicamente se vende como una empresa respetuosa con el medio ambiente y los derechos humanos, después vulnera esas obligaciones en los países con sistemas jurídicos débiles que facilitan esas infracciones.
A medida que aumentan los litigios climáticos en todo el mundo, Shell sigue enfrentando una serie de desafíos legales y normativos recientes. A los mencionados anteriormente se suman una orden judicial holandesa para reducir las emisiones de su petróleo y gas en un 45% para 2030 y una acusación que está invirtiendo menos en energía verde de lo que dice.
Con todos estos antecedentes, ¿podemos dejar en manos de esta empresa contaminante el futuro energético de República Dominicana?, ¿Qué pasará con nuestros manglares, santuarios de vida silvestre, cuando la multinacional extienda sus garras por la Bahía de Manzanillo?
Lo cierto es que si no hacemos algo por detener este megaproyecto muy pronto veremos nuestros valiosos manglares destruídos; bien sea por la tala, para brindarle mayor espacio a este proyecto, o por la emisión de gases contaminantes que afectarán los suelos, el agua y toda la biodiversidad de los humedales de Montecristi.