Este 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud con motivo del aniversario de la fundación de la OMS en 1948.
El 90% de nuestro tiempo estamos en lugares cerrados, uno de ellos es el trabajo. Por eso, es fundamental respirar un aire de calidad en nuestras oficinas o negocios, porque no solo evitará problemas de salud, sino que también aliviará el estrés y aumentará nuestra productividad.
La Escuela de Negocio de Harvard reveló que existe una relación directa entre la calidad de la ventilación y la función cognitiva de los trabajadores (un indicador de la productividad). En su investigación, enmarcada dentro del programa Healthy Buildings, se variaron las condiciones ambientales de un entorno de trabajo para medir cómo influía esto en el rendimiento y comportamiento de las personas.
Se prestó especial atención al nivel de dióxido de carbono y al de compuestos orgánicos volátiles (COV) para comprobar su efecto en los trabajadores. Cuando el aire era de buena calidad, la toma de decisiones, la creación de estrategias y la planificación de los empleados mejoraba.
Según los datos que publica World Green Building Council, las oficinas que tienen bajos niveles de CO2 y de COV (compuestos volátiles orgánicos) y una buena ventilación aumentan hasta un 101% la función cognitiva del personal.
La buena ventilación y el filtrado del aire suponen beneficios para la salud y calidad de vida de los empleados, lo cual se traduce en mejora económica para la empresa. Según los datos ofrecidos por una investigación llevada a cabo por la Universidad de Harvard y la Universidad de Siracusa, se concluyó que actuando sobre la ventilación en edificios de trabajo por menos de 40$ por persona al año, la producción podía aumentar un 8%, lo que significa un incremento de la productividad de 6,500 USD por empleado al año.
Síndrome del edificio enfermo
Nuestros espacios de trabajo deberían ser lugares saludables, sin embargo, en ocasiones los edificios de oficinas presentan problemas que dan lugar a lo que la OMS definió como Síndrome del Edificio Enfermo (SEE). Se conoce con este nombre al “conjunto de molestias ocasionadas por la mala ventilación, la descompensación térmica, las cargas electromagnéticas y las partículas y vapores de origen químico en suspensión que circulan por el edificio en el que vivimos o trabajamos”.
Existen dos tipos de edificio enfermo según la OMS: los temporalmente enfermos y los permanentemente enfermos. En el primer caso, se trata de aquellos nuevos o de reciente remodelación en los que los síntomas van desapareciendo con el tiempo. En el caso de los permanentes, los síntomas se mantienen durante años.
Los síntomas más frecuentes no son graves, pero pueden suponer una molestia en el día a día y mermar nuestra capacidad de trabajo. Por ejemplo, sensación de cansancio, dolores de cabeza, sequedad de ojos o garganta, náuseas, mareos… pueden ser algunos de ellos, que dependen del edificio, y mejoran al abandonarlo.