María Castillo y Judith Rodríguez, a partir de un texto intenso y premiado, dejan sentimiento y piel en escena. Un montaje imperdible en la Ravelo.
Jose Rafael Sosa
El milagro del arte en tablas para este caso de Buenas noches, mamá se consagra cuando dos actrices se adueñan el escenario sobre un noble y cuidado texto dramatúrgico, en prueba de destreza y expresión de experiencia escénica, corriendo sobre un texto asfixiante y circular que describe a la soledad y el abandono vital en forma de hogar matrifocal ordinario y anodino, definiendo un hogar que no lo es y que ha sido prisión de existencias, menosprecio familiar y tono oculto de las miserias cotidianas.
Esa es la trascendencia del premiado texto con el Pulitzer de 1983. Buenas Noches, mamá, largo y oscuro pasillo de humor oscuro y procesos verbales in crescendo, es una pieza imperdible, sobre todo por dos actuaciones con nombres de mujer, y un futuro ante el cual importa poco si son nominadas o premiadas. No se trata de reclamar reconocimiento sino de festejar el teatro verdadero, el que no pone en duda sus esencias.
El teatro cumple con sus sagrados preceptos de ilusión y aprendizaje solo cuando logra llevar al público el plato encendido de emociones y llena con nombres y gente, el mundo imaginado alguna vez por quien produjo su conceptos y lo hace con interpretaciones que tan solo dejan el espacio necesario para el llanto emocionado y contenido, cuando los aplausos de la gente, satisfecha al sentir como el milagro nuevamente se ha logrado, marca el final del espectáculo y entonces ya no queda nada más que pedir.
El milagro del arte en tablas se consagra cuando dos actrices se adueñan el escenario sobre un noble y cuidado texto dramatúrgico, en prueba de destreza y expresión de experiencia escénica, a partir de un texto de circular ascenso asfixiante, con procesos que hablan de soledad y el abandono vital.
Este montaje debe ser estudiado por los artistas de la escena, por los estudiantes de teatro y cine, por el público que exige respeto a su inclinación por el arte verdadero y que se premia, además de dos actuaciones de antología, con la elegancia amigable del hogar escénico de Fidel López, el juego inteligente de luces de Bienvenido Miranda, el vestuario, los peinados y, sobre todo ese panorama de recursos técnicos, el aliento de una dirección exigente y cuidadosa, a cargo de Castillo.
Basta que hayan hecho lo que logran en este montaje, extensión de la creencia de que el teatro local ha crecido a un nivel en el cual ya no es preocupante que no todo proyecto teatral dominicano, sea como este.
Hablamos de dos interpretaciones que exceden lo esperado que dejan apenas el espacio necesario para el llanto emocionado y contenido de ambas, cuando los aplausos de la gente, satisfechas al sentir como el milagro nuevamente se ha logrado.
Algo marcador ha debido ocurrir para que, tras el aplastante parlamento, tras la elegancia amigable del hogar escénico de Fidel López, tras el juego inteligente de luces de Bienvenido Miranda, al final, tras el cambio de tono, tras el desenlace esperado con morbosa indecisión, la Castillo cambia por completo en tono para, teléfono en mano decir su frase final: “ “Loretta, déjame hablar con Dawson, querida”, ambas actrices terminen en llanto total real con los aplausos de cierre de función.
La obra
La pieza ganadora del Premio Pulitzer 1983, fue estrenada en Broadway en 1984 con de Kathy Bates y Anne Pitoniak, nominadas entonces a los Premios Tony. En 2005 la obra fue reestrenada, esta vez con las no menos notables Edie Falco y Brenda Blethyn.
En 1986, fue llevada al cine con guion de la misma autora, con Sissy Spacek y Anne Bancroft. La pieza ha sido ganadora en diversos festivales internacionales de teatro, el más reciente de los cuales fue el Festival Peruano-norteamericano en 2012.
No necesita premios
Para este caso no será suficiente siquiera proclamar que estamos ante el más alto gesto de la interpretación de fondo de dos mujeres en lo que va e ano y que no será suficiente reconocerás con premios o nominaciones. Están ambas, mas allá del elogio y el reconocimiento. Son la entrega real al teatro. El mejor premio para esta producción, es verla. Y nada más. Es presenciar el fenómeno de trascender la escena y adherirse a la piel del espectador.
Ningún lauro podrá compensar lo que hacen María Castillo en el doble rol estelar de actriz y directora y Judith Rodríguez es una las más altas estrellas jóvenes de la actuación en cine y el teatro.
Ficha técnica
Título: Buenas noches, mamá
Dirección y vestuario: María Castillo
Producción: Teatro Mandrágora
Elenco: María Castillo y Judith Rodríguez
Escenografía: Fidel López
Universo de luces: Bienvenido Miranda
Utilería: Canek Denis