Bajo el cielo caribeño de Santo Domingo, entre risas, brindis y el murmullo de globos dorados que danzaban como moléculas libres, Productos del Aire Dominicana celebró sus 100 años de vida. No era una fiesta cualquiera: era un homenaje a un siglo de oxígeno convertido en progreso, de gases industriales que alimentaron desde hospitales hasta fábricas, y de una empresa que, como el aire, se volvió invisiblemente esencial. Lorraine Ferres, Gerente General de la compañía, alzó su copa ante clientes, colaboradores y socios estratégicos. “Somos un legado que respira”, dijo. Y la frase, más que un eslogan, resumía la noche.
De fabrigas a gigante del Caribe: Una travesía de moléculas y metas
La historia comenzó en 1925 como Fabrigas, un nombre que hoy suena a reliquia, pero que en su época fue sinónimo de vanguardia. Con los años, la empresa —filial del grupo guatemalteco Productos del Aire— se expandió como un gas noble: silenciosa, estable, indispensable. Adquirió OXITEC, se convirtió en líder regional, y hoy sus cilindros recorren desde laboratorios médicos hasta astilleros. “No crecimos por casualidad”, afirmó Ferres, cuyo discurso entretejió anécdotas de abuelos fundadores con datos de mercado. “Detrás hay equipos que sudaron, clientes que confiaron y una visión que nunca dejó de evaporarse para reinventarse”.


En el escenario, Luis González, Gerente de Ventas e Instalaciones, desplegó la magia científica de la compañía. Habló de CryoFast, un sistema que distribuye gases en estado líquido con la precisión de un reloj suizo. “Es como servir café en grano sin molerlo: pura esencia, cero desperdicio”, explicó, mientras proyectaba imágenes de la planta de Acetileno más moderna del Caribe. Pero no todo era innovación: González enfatizó la seguridad, ese “oxígeno” corporativo. Mencionó certificaciones ISO 9001:2015 y las futuras acreditaciones ambientales, mientras un video mostraba cilindros siendo sometidos a pruebas hidrostáticas, como acróbatas de acero.
El ingeniero Fernando Castillo, Gerente de Plantas del Grupo, viajó desde Guatemala para tejer un discurso que olía a tierra mojada y ambición. Destacó los lazos comerciales entre su país y República Dominicana, pero fue más allá: “No vendemos gases; vendemos soluciones que unen economías”. Recordó cómo, durante la pandemia, los tanques de oxígeno medicinal de la empresa salvaron vidas, y cómo hoy sus gases impulsan la industria del turismo —ese otro motor del Caribe—. “Un centenario no es un final: es el impulso para otros cien años de elevar estándares”, sentenció, mientras una pantalla mostraba un timelapse de la planta, luces titilando como estrellas en la noche.


Al final, las copas se alzaron no solo por el pasado, sino por lo que viene. Entre los invitados, había rostros de generaciones: empleados con 30 años de servicio junto a jóvenes ingenieros que diseñan apps para monitorear cilindros en tiempo real. “Somos como el nitrógeno: inertes ante el conformismo”, bromeó un técnico, mientras servían un postre con humo líquido, guiño a la química que los define.
Productos del Aire Dominicana no celebra un siglo: celebra una paradoja. Ser tan vital como el aire y, al mismo tiempo, tan tangible como el acero de sus tanques. En un mundo donde la industria exige sostenibilidad, ellos hablan de capturar CO2; donde la tecnología avanza, ellos ya distribuyen microdosis de futuro. Mientras los fuegos artificiales estallaban sobre Santo Domingo, una cosa era clara: esta empresa no flota en el viento. Lo crea.