Por Josefina Fernández
El Salvador, con apenas 21,041 kilómetros cuadrados, es un país tan pequeño que, si lo comparamos con la República Dominicana, sorprendería saber que en nuestro territorio cabrían dos países del tamaño de El Salvador, junto con medio Puerto Rico. Y si me dieran el terreno sobrante, el banco me otorgaría un préstamo para construir un resort, hacer una finca de aguacates y edificar una urbanización.
Este país tan pequeño, que hace apenas 7 años era el más peligroso del mundo, tenía el 99% de sus habitantes secuestrados dentro de sus propios hogares, bajo el control de las pandillas, que asesinaban impunemente a las personas honestas que no se alineaban con ellas.
Esto cambió cuando Nayib Bukele asumió el poder. Con mano dura, inteligencia y coraje, Bukele estableció el orden en el país, y hoy, el 99% de la población está libre, trabajando en la construcción de un mejor futuro para El Salvador.
Comienzo con este preámbulo porque, hace aproximadamente un año, vi por YouTube a una funcionaria de turismo de El Salvador, de apellido Valdez, que narró una anécdota que me hizo sentir orgullosa de mi amada Quisqueya. Ella contó que, en la primera reunión del presidente Bukele con su equipo de turismo, el presidente decía que, cuando controlara la seguridad, El Salvador se convertiría en un destino turístico, y que iba a estudiar un país de éxito en el turismo. Un funcionario le sugirió tomar como referencia a Costa Rica, pero el presidente respondió: «No, el ejemplo a seguir en materia de turismo es la República Dominicana, y de ellos es que quiero aprender».
Tomando en cuenta que las relaciones entre las ciudades de San Salvador y Santo Domingo Este se siguen fortaleciendo, pienso que este acercamiento sería un puente ideal para que ambos países inicien un proceso de cooperación y amistad, donde nos beneficiemos de la experiencia salvadoreña en materia de seguridad, y ellos puedan favoreverse con la nuestra en turismo. Si llegamos a establecer un buen acuerdo de cooperación entre El Salvador y la República Dominicana, ambos países obtendrían grandes beneficios, porque sería una relación de «ganar y ganar».
Siguiendo con el turismo, es innegable que el rotundo éxito dominicano en la Feria Internacional de Turismo le abre un espacio importante a la República Dominicana para recuperar el mercado turístico europeo, especialmente el de Italia. Italia, que fue uno de los principales países emisores de turistas, ahora representa apenas el 12% de los europeos que visitan nuestro país, a pesar de las muchas cosas comunes que tenemos con ellos.
Por ejemplo, Cristóbal Colón nació en Génova, una ciudad de Italia, y nosotros tenemos los restos del almirante en un monumento en Santo Domingo Este, llamado el Faro a Colón.
La demostración que hicimos como país en la Feria Internacional de Turismo mostró que la República Dominicana ofrece un turismo diversificado, más allá de sol, arena y playa. Podemos ofrecer un turismo de aventura, un turismo histórico con todas las primacías que tenemos.
Los italianos y franceses pueden aumentar sus visitas, porque las raíces de nuestras lenguas latinas nos unen.
Con España, nuestra madre patria, nos une el mismo idioma y la correspondencia histórica de ser nuestros descubridores. Alemania y los Países Bajos pueden aumentar su visita porque tenemos lo que ellos no tienen en su país.
Escribo esto motivada por el optimismo que siento por mi país, que está en la ruta de grandes oportunidades para crecer, no solo en turismo, economía y desarrollo, sino también en respeto y prestigio internacional.